21.9.11

Giggle

Sencillez, inocencia, nobleza... confianza, sinceridad, alegría...

Esta época voraz en que nos ha tocado vivir, está sin dudar resultando llena de contrastes. Para bien y para mal, con la balanza, ora en lo positivo, ora en lo negativo.

En estos tiempos de crisis -crisis la que tienen en algunos países de Africa desde hace más de 60 años continuamente-, vemos como aflora lo mejor y lo peor del ser humano.

Las grandes fortunas, las empresas que se enriquecen a costa de las personas -tabacaleras, farmacéuticas, petroleras-, siguen en un caótico ritmo a costa de lo que sea y de quien sea con tal de que la maquinaria siga funcionando. Echando mano de lo que haga falta: corromper políticos, venderse a los grandes lobbys... No sabemos exactamente en que va resultar esto, pero en este aspecto, no pinta demasiado bien. Esperemos que los mayas -si, este pueblo americano que predecía los eclipses con un error de 0'007 segundos y tiene el mejor calendario lunar hasta la fecha conseguido- acierten en su profecía del 2012 y haya un cambio gigantesco de conciencia en todo el mundo. Lo estamos necesitando.

Por otro lado, vemos como a nivel individual, más y más personas, intentan aportar su grano de arena en su vida cotidiana para crear más paz, equilibrio y armonía entre tanto caos. Personas que en la medida en que pueden anteponen el ser y como actúan en la vida, a tener más o conseguir más de manera negativa o que pase por encima de los demás aún a costa de perjudicar a otros.

Hoy me siento lleno de amor, de amor consciente, de amor de pareja, de amor del bueno, de Amor Verdadero. A su vez, me siento con la rabia de no poder hacer más, de no tener más medios para ser un ejemplo para otras personas. Soy, en cuanto yo puedo, como el anciano del pueblo al que su montaña tan alta les privaba de sol. Cuando un día le ven rascando con una cuchara en la tierra y le preguntan todos que si está loco, el responde:

"Todos los días nos quejamos porque la montaña nos priva del sol. Ya se que con mi cucharita no voy a poder quitar toda la tierra de la montaña. Pero alguien tenía que ser el primero y empezar, ¿no?"

¡Empezemos!

18.7.11

Sueños Lúcidos




Comenzaré diciendo a la gente que no se asuste. Que no piense raro. A nadie se le ha ido la "pinza". No es cosa de brujería -nada más lejos por dios-. Ni estamos siguiendo a nadie ni parecido.

Hoy os voy a hablar de algo, en teoría tan curioso, y aunque os cueste creerlo, al alcance de todo el mundo -para algunos de manera natural, y para otros tras meses de probar-.

Los SUEÑOS LÚCIDOS. Y ahora muchos os preguntaréis. ¿Y eso que coño es?.

Pues muy sencillo. Es simplemente -bueno, no es tan simple- darte cuenta dentro de un sueño de que estás soñando, con lo cual puedes permitirte hacer según que cosas como a ti se te antoje. Vamos, sueños personalizados y a la carta por el que sueña.

Hay técnicas que te hacen ser consciente durante el día de que estás en vigilia, y que luego al dormirte te permiten -a la mayoría- darte cuenta de que aunque vives una historia que parece real, estas soñando. No explicaré aquí cuales pueden ser, pues me llevaría mucho tiempo y haría esta entrada demasiado larga.

Y para un número aceptable de personas, el simplemente acostarse diciéndose mentalmente que quieren darse cuenta dentro de algún sueño de que están soñando, les vale para llegar a ello, sea una vez por casualidad, o de manera regular.

Eso me sucedió a mi el otro día, vaya. Fue una experiencia corta -imagino que debido a la emoción del momento-, pero muy curiosa. Si os gustan las historias con chicha, pues ahí va:

Estaba yo entrando en la cama, y así, como jugando, me dije a mi mismo algo que es de lógica. Que estaba en la cama, para dormirme. Y que si a partir de ese momento, me encontraba fuera de mi habitación, o hablando con otra gente, me daría cuenta, al ser imposible si estoy durmiendo, de que era un sueño. Así de sencillo.

No se cuánto tiempo después, yo estaba bajando las escaleras de mi casa, de noche, para dar la vuelta a mi edificio, y ver las terrazas y el ambiente a ver como estaba. Aclaro que rodeando a mi edificio, bares y terrazas, ahora mismo, ninguna. Total, que allá que me voy, y salgo del portal a la calle. Y en eso que me digo -si, si, me lo dije así tal cual-:

"Ey, para que voy a ir andando, si es un sueño, y puedo ir flotando a unos centímetros del suelo, sin cansarme".

Imaginad que cuadro. Yo, flotando a medio metro del suelo, avanzando por la calle. La gente mirándome y diciéndome: pero Víctor, ¡es increíble! ¿Cómo logras hacer eso?. Y yo gritando a voz viva "estoy en un sueño, estoy en un sueño. ¡Genial, estoy en un sueño!" (menos mal que en sueños a la gente que grites esto en medio de la calle le da igual, jajaja).

Total, que de la emoción, y no deseando despertarme, no sabía si moverme más, quedarme quieto, o que hacer. Así que me dije, que lo suyo era subir más alto para verlo todo desde arriba. Y allí que me fui, subiendo, subiendo, hasta llegar a lo alto de mi edificio de nueve pisos. Una vez allí, me puse a pensar en que era lo próximo que podía probar a hacer, ya que me había dado cuenta de que estaba dentro de mi sueño.

Y al intentar cambiar de lugar y aparecer en otro país diferente o lugar, de los nervios sanos de no saber que pasaría, me desperté. Ya podía al menos haber pasado algo a ver si lo conseguía, digo yo.

No os animo. Bueno, rectifico. Sí que os animo a probar, a ver si os sale. Creo que la experiencia, más allá de cualquier explicación u opinión personal, es cuando menos muy curiosa. Te hace pensar en que poco tanto por ciento de la mente conocemos, y menos aún usamos para cosas que podrían llegar a ser normales.

Nos vemos en mi sueño. Si te apuntas, claro está. Yo invito...

13.7.11

IAS, 2580
















Mujer, fuego en tus andares,
desnudez,
profundo mar de elegantes susurros,
abriéndote,
cantando cual sirena, la eterna melodía,
entregándote,
en tus sábanas blancas, esperas,
excitándote,
a que tu amante te descubra,
y entre gemidos,
te haga vibrar hasta el infinito,
llegas más allá,
pues tu cuerpo se funde en la noche,
con él empapándote de energía,
en una danza rítmica,
y un estallido de placer os llega,
un gozo intenso sin fin,
os conduce al orgasmo de los dioses.

(Como ya sabéis, tres poemas en uno. Leed al gusto, un color, otro, o todo seguido)

24.6.11

V.I.D.A. (Vital Impulso Despertador del Alma)

Suaves trazos guían mi mano sobre el papel de arroz. El arte milenario, transmitido de generación en generación, se pone a mi servicio. La energía de tantos y tantos maestros, recorre mi cuerpo, sacudiendo mis entrañas, revolviendo todo mi Ser, y todo vuelve al origen. Y recuerdo. Recuerdos...

Hace más de quince años que dejé el arte de la espada. La más famosa espada juko creada por las manos del artesano Konji. La primera espada de doble filo, que daría lugar a todo un período de cambios, a nivel social, de costumbres y usos.

Quizá mi suerte, o mi condena, ha sido vivir en este momento, en la era Nara de la historia de Japón. Pues me enamoré perdidamente de la inalcanzable emperatriz Genmei. Y por ella luché, me perfeccioné, y dominé las artes de la lucha, hasta convertirme en el primer samurai del emperador Kanmu.

Gracias a esta lealtad y obediencia para con el emperador, podía al menos disfrutar de breves momentos en que estaba a solas con la emperatriz, aunque no podía hablarle si no me preguntaba ella antes. Mi cabeza y mi persona no valían nada ante el consejo, si transgredía la más mínima norma sobre como actuar ante el emperador o su esposa.

La cuidaba, si. La protegía de cualquier peligro. Ella, ingenua, creyendo era obediencia. Yo, sabiendo en el corazón que lo hacía por amor, un amor convertido en devoción hacia una diosa.

Por aquel entonces practicaba el budismo, filosofía de vida que empezaba a extenderse por el imperio, especialmente por las provincias del sur de Japón, con amplia difusión gracias a la familia Fujiwara, de la cual procedían el anterior emperador, Shomu, abuelo a la sazón de la bella Genmei.

El perfume de su piel, aderezado todo el año con aroma de cerezos en flor -conservaban los pétalos mediante una antigua técnica solo conocida por unos pocos maestros del ikebana, o arte floral- susurraba en mi cánticos de melodías infinitas, y su caminar por las estancias de palacio, sabedor de que yo guardaba sus pasos, sus latidos, y su vida, hacían de mi estancia allí el más dulce de los placeres terrenales.

-Minamoto, acércate, Hachimántaro -Dijo la Emperatriz. Me llamaban así, un honor en Japón, pues quería significar "hijo de Hachimán" Dios de la guerra y la agricultura, y protector de la vida humana.
-Si, mi emperatriz -respondí-.
-Por favor, proponedme un Koan, a ver si igualo vuestra sabiduría -dijo ella sonriendo-.

Un koan. En Japón, los maestros budistas, llamaban koans a preguntas que obligaban a la persona a meditar la respuesta, muchas veces tan simple y otras tan alejada de lo que uno pensaba, que se creía que dedicar tiempo al estudio o aprendizaje de koans llevaba a la iluminación y la sabiduría. Que hay de cierto en ello, no lo se todavía. Aún así, decidí deleitar a mi amor con un bello acertijo:

-Decidme, Genmei. ¿Cuando una espada no te corta? -propuse a la emperatriz.
Ella me miró, pensativa. Sabía que una regla del koan era no comprobar la respuesta antes de haber encontrado la suya propia. Sus ojos, delicadamente posados en el vacío de la estancia, brillaron por unos instantes.

-Hay varias respuestas que se me ocurren, Hachimántaro. Que yo no esté al lado de una espada, pero eso no me libra de que más adelante aparezca alguna. Que sea yo quien la empuñe, pero todos sabemos cúan fácil es cortarse uno mismo en un descuido...

-Ciertamente, Genmei. Más no pensáis que sea esa la respuesta. ¿Por acaso tenéis otra que creéis la acertada? -pregunté intrigado, pues era un koan no exento de dificultad para los discípulos de maestros en el zen.

Ella, me sonrió, con la luz que solo una sonrisa como la suya podía transmitir. La luz del día, el frescor de la mañana, la fuerza del mediodía, y la ternura del ocaso que da paso a los mágicos sueños de la noche. Y al fin, respondió:

-¿Cuando una espada no te corta?. Está claro. Cuando uno mismo es la espada. -su sonrisa se dibujó triunfante-.

-Exactamente, Genmei. Otra vez habéis acertado. Si no fuéseis emperatriz, y no tuviéseis que guardar la tradición, seríais una magnífica aprendiz. -dije con ganas de escuchar una vez más su respuesta-.

-Y si vos fuéseis el Emperador, yo sería vuestra más fiel compañera -se atrevió a decir en ese momento-.

La lluvia cae fuera, en los campos de palacio. Se aproxima el otoño, y yo partiré, al monte Wei, a perfeccionarme, y perfeccionar el arte de la espada, pues aunque ya renuncié a usarla -salvo para proteger la vida de Genmei-, nunca se deja de amar lo que es parte del ser de uno mismo.

10.5.11

Al calor de Kenny...



Baja la persiana del último bar. Las luces, aún brillantes de algún reloj de escaparate despistado, atraen la atención de viandantes más despistados aún. Mi reloj, marca esa misma hora: son las tres de la madrugada. Mientras comienzan a limpiarlo, suena una relajante melodía al saxo de Kenny G.

Con hastiado caminar, mis pies comienzan a moverse. Yo estoy tranquilo, convencido de que mueve tus pies, que el cuerpo te seguirá, y así sucede. Un paso antecede a otro, que precede a un tercero, una procesión de pasos propiamente dicha, dada la lentitud de los mismos y las paradas frecuentes.

Al cambiar de calle, y cambiar de paisaje aún estando en la misma zona, una persona capta mi atención. Sentado en el capó de un automóvil, su cuerpo describe una extraña postura. Echado hacia atrás. Demasiado atrás, para una persona con el físico en perfectas condiciones.

Un ligero temor me recorre el cuerpo, más decido acercarme como quien simplemente tiene que pasar por ese lugar en su ruta.

El hombre está dormido. O eso me hace creer su rostro. Por un momento, pienso en que habrá bebido de más, como yo, solo que su cuerpo no ha aguantado ya más. Quien sabe, igual no tiene donde ir y ha hecho su parada, sueño incluido, sobre este coche.

Sin embargo, algo me impulsa a tocarlo. A despertarlo. A decirle que son ya las tres y veinte de la madrugada. Me acerco. Llego junto a él, y mi mano se estira lentamente, hasta tocar su ropa. Y su brazo.

Le muevo. Y nada.

Vuelvo a mover su cuerpo, esta vez un poco más, pero tampoco reacciona.

Ya pensando en algo distinto, le cojo los hombros cerca del cuello, y lo zarandeo con ambas manos. En ese momento, un repentino calor pegajoso me llena las manos, que retiro con gran rapidez. Están llenas de sangre.

Este chico no esta borracho. Este chico está muerto.

¿Qué hacer? ¿Aviso a la policía? Es posible que si llegan, mis manos les hagan sospechar de mi. Mejor me voy, nadie hay en la calle y nadie me ha visto. Ya pero... ¿Y mis huellas? En ese momento el miedo me invade. Han asesinado a un chico, probablemente profesionales, y yo soy el que tengo restos suyos y mis huellas en el crimen.

Estoy perdido. Da igual, yo por si acaso, me voy... ¡Mierda! Una pareja viene en mi misma dirección. Me acercaré al chico para disimular... ¡no! pueden pensar que le conozco. Esto no es posible, no puede estar pasando. Van más despacio, me están mirando.

-¿Necesitas ayuda con tu amigo?. Tiene mal aspecto. -comenta uno.
-Er, esto... no, gracias. No es nada.

Se van mirándome de reojo. También han notado, como yo, que tiene una extraña posición para estar solo durmiendo sobre el coche. Han acelerado el paso, no se si por miedo o para informar a alguien más.

Yo me quedo ahí, paralizado, esperando un desenlace que se no va a suceder pronto. En estos casos, cuando todo debiera pasar muy deprisa, el tiempo se detiene, para hacerte sentir el frío corte de hielo de la situación.

Una sombra se dibuja al otro lado de la esquina, con lo cual aún no puedo ver quien es. La impresión es que lleva uniforme...

21.4.11

H










Hyeronimus Lexter. Ese era su nombre.

O más bien debería decirse que ese era el nombre. Pues el nunca aceptó ese nombre, aunque sabía que no podía deshacerse de el.

El porque de todo esto realmente llevaría interminables disquisiciones filosóficas, y sesudas contradicciones entre estudiosos. Lo cual, a su entender, no llevaba a ningún lado.

Su padre, había dado forma a este grafismo por primera vez, cuando transformando el vocablo griego eta, que a su vez venía del fenicio het, lo incluyó en lo que se denominaría con el transcurrir del tiempo el "alfabeto latino". Obvia decir que mi padre vivió en una emocionante época de cambios, en el siglo VII a.c.

Palabras y más palabras fueron surgiendo al calor de esta nueva escritura. Y, como para confirmar que en mi familia, el cabeza de la misma había dado forma a esta letra, todo pasó a tener referencias hacheísticas, si se me permite la transgresión linguística de la letra.

Todo en el hogar familiar devino en cosas "huecas", en "humedades", y en "histrionismo". Vino a este mundo mi hermana, Helena, mi segunda hermana, Hespéride, y yo, Hyeronimus. En un contexto más simbólico, todo se volvió "habitual", los amigos pasaron a ser "hermandad", y los enemigos "hediondos". La comida no se servía fria, sino "helada", y el líquido amarillento que el médico sacaba a mi abuelo del "hígado", a la sazón pasó a llamarse "hiel".

Con los amigos, ya todo fue una incómoda "hartura". Por su parte. Por la mía, lo que resultó, un "hartazgo", ya que de tan peculiar y extraño comportamiento familiar, nunca mejor dicho, "huían" los amigos, conocidos y parientes. No fuese a ser que se contagiase esta forma de actuar.

Algunos encontraron buen acomodo entre la nueva letra, como cuando el poeta Virgilio acuñó el término "hierofante", para describir a sus aguerridos soldados. Por no decir del hijo de un campesino y comerciante, que tras descubrir su talento, se le conoció en todo el imperio romano como el famoso poeta "Hesíodo".

Aunque, fatídico fue el día en que vi, en un sueño, que digo sueño, pesadilla, como una gigantesca letra "H", envuelta en fuego, se me aparecía. El mismísimo "Hades", dios de los muertos, recriminándo el que hubiésemos dado libertad a esta letra. Y a su vez, proclamando el que jamás podría cambiarme este nombre. Una especie de condena.
______________________

(2ª parte, 2011, Reino Unido)

Han pasado muchos siglos ya, muchas generaciones de Hyeronimus han hollado esta Tierra. Yo, el último hasta el momento descendiente de este linaje, he decidido no tener hijos, estableciendo el fin de tan peculiar lista de agravios, comparaciones, acontecimientos históricos tanto felices como inciertos, y algunos mitológicos o extraordinarios.

Aquí dejo constancia de que, tras el paso del tiempo, tras convertir dicha historia en algo más que fantástico, excéntrico, me retiro, y doy por finalizado mi tiempo. Algunos de mis antepasados, han convertido sus palabras en diferentes, tras hacer impronunciable o insonora dicha letra. Otros, en lenguas antiguas hoy no utilizadas, le han dado diferentes sonoridades, haciendo incluso que sonasen al pronunciarlas como otras letras.

Todo un contínuo de despropósitos, que a nada conducen, más dan pie a que una nueva "hueste" de seguidores de la tradición, despierte. Porque, aún creyendo yo que con este acto termino todo, me equivoco. Una nueva forma, un nuevo ser, al que acabo de darle vida sin saberlo, ya está incubando, para cambiar todo en el Mundo de las letras, de las palabras, y de la escritura tal y como es conocida.

Pero el relato, como ya apunté al principio de este, me llevaría mucho tiempo develarlo, con lo cual de momento, se quedará en el baúl de las palabras que pugnan por salir, quien sabe y de qué forma, algún día.

Firmado: H.

6.4.11

Pan8. De noches varias (y 2)




Oh! It's so beautiful...

¡Oiga! Que al final no son cinco, sino cuatro y una sin alcohol.

Hay que reconocer que el tono violeta de la orquídea sintonizaba de una manera espectacular con... el foulard de Marisol.

Salimos de la clase, e hicimos nuestra primera parada. Lógicamente, siendo el cumpleaños de la profesora, que mejor noche que esa para dar el paso de volver a salir juntos, y así compartir otro magnífico rato de buena comida, estupenda conversación y mejor compañía. Y de paso, darme así la oportunidad de relatar todo cuanto sucedió en un pequeño espacio de tiempo.

De camino al bar de tapas, fuimos comentando y desgranando como está la sociedad actual. Que te intenta -y a veces consigue- imponer el consumir más y el estar más ocupado durante el día con más actividades. En el primer caso, muchas veces de cosas innecesarias que no vas a usar tras comprar. En el segundo, en como la tecnología, con todo lo positivo que conlleva para las personas, puede a su vez volverlas impersonales y poco proactivas -cada vez menos relación con otra gente-.

Llegamos al Pan8 en el momento justo, pues ya todos nos mirábamos unos a otros, decidiendo qué parte de brazo o pierna de nuestro compañero se iba a llevar el primer mordisco -tal era el hambre que llevábamos-. De hecho, tras entrar al local, rápidamente ocupamos posiciones cual tropas de Napoleón en un despliegue táctico digno del mejor ejército. Las sillas se colocaron estratégicamente, la barra fue tomada literalmente al asalto por las tropas -nosotros seis al completo- y el general al mando -Marisol- organizó el ataque:

-A ver, que quiere de beber esta gente. Y vete poniendo algo de picar para darle a la bebida.

Y es que, como en las mejores batallas culinarias, ya somos expertos en combinar en medio metro de barra seis platos con sus correspondientes cubiertos, dos ensaladas, las bebidas, y unos platos más con entrantes para acompañar. Si, aunque parezca mentira, es posible. Si ya alguien hizo famoso el que grabaran su "seiscientos" saliendo de ocho a nueve personas, nosotros hemos patentado el "método para comer en barra grupos numerosos sin desparramar nada por los suelos". Todo un logro de la ingeniería, vamos.

Tras pedir las bebidas, y hacer el brindis, una bolsa de color crema apareció por arte de magia en mis manos, para ir a quedar en el taburete que estaba en medio de todos los presentes. Todos menos Marisol sabían que había dentro, y eso es mucho saber, ya que lo habían visto de oídas, o hablando más claro, les habían contado de que iba el paquete.

El olor que desprendía ya indicaba sin lugar a dudas el contenido: café. Cuatro estudiados y pequeños paquetes de café, a cual más diferente y exquisito. Cimazul, de Kenia. Caracolillo y Volcán de Oro, de Guatemala. Y Mocca Limu, de Ethiopía. Sabores y texturas misteriosas y atractivas en un mismo producto.

Enseguida se animó el ambiente, y, ya entrados en la parte más productiva del arte culinario, que es el comer lo que te sirven preparado, nos lanzamos a disfrutar del agradable momento.

Rafa nos introdujo en detalles de su paso reciente por Mojácar, lugar precioso de la costa andaluza en el cual uno puede perderse literalmente y olvidar el ajetreo diario si va en la época adecuada. Desde Cabo de Gata, a Carboneras, y Mojácar, los pueblos y los paisajes le dejan a uno un muy buen recuerdo. Eso si, por desgracia, actualmente la vida y negocios de esos lugares ha bajado mucho. Pues no consiguió dar el chico allí con el sitio que buscaba para comer, en lo alto del pueblo.

Ginesa y yo, acompañados por Marisol, contábamos historias, bien propias, bien ajenas o de conocidos, que vivían en lugares más o menos extremos viviendo en condiciones fuera de lo común. Y de como algunos pueblos que llamamos primitivos o antiguos, a la hora de adaptarse a su clima límite, lo hacen de la manera más sencilla e inteligente. Pongo por caso los bereberes y tuaregs, que gracias a sus ropajes, en medio de un desierto abrasador, soportan las altas temperaturas mucho mejor que nosotros, reyes de la tecnología con nuestros tejidos y nuestro aire frío enlatado.

Yo, a la sazón y al quite, y ya que el tema derivó en viajes varios -o viajeros varios-, recordé como mi padre de joven, y viviendo en Venezuela, en esa época en que irse a Venezuela a buscarse la vida sí que era una aventura real, repito, como mi padre, yendo con los indios en una más que frágil canoa a motor, se cayó, en dos ocasiones distintas, al río Orinoco. De que no se lo comieron las pirañas y salió vivo de aquello, doy yo fe, pues fue antes de volverse a España y tenernos a mi y a mis hermanos.

-Mmm, que pinta tienen estas berenjenas, Pablo -comenté.
-Ya te digo, Víctor. Venga, quien corta.
-Eso, eso -apuntó Ginesa-. Que a mi me pilla algo retirada.
-Va, ya corto yo, que soy apañao con todo lo que tiene que ver con comida.

Eso si, ya puedo ser el mejor de los chefs de La Tour D'Argent, en París, que de matemáticas últimamente ando más bien escaso. Pues éramos tres a trincar de nuestro plato, e hice cuatro cortes. Suerte que anduve atento y puede sacar tres proporciones iguales.

-Paco, que te nos has emocionado al vernos, y te has liado a cortar tu también en cuatro trozos -le comentamos desde la grada oeste casi a coro los tres de mi grupo.
-Tranquilos, que aquí todo se come, sea de una manera u otra -respondió.

Algunas viandas más eran puestas en la barra por el camarero, con lo cual, tuvimos que hacer un repliegue de efectivos -vamos, quitar platos vacíos- para poder dar cabida a lo que nos ponían. ¿Cervecita? ¡Pues venga! Que está feo eso de hacer un desprecio cuando te la ofrecen con tan buena disposición.

-Oye, no me pongas más de media copa, que luego... -dijo Marisol.
-De acuerdo, pero ya es el final de la botella. Mira, te lo pongo que hazte a la idea que ha sido media copa -apuntó el camarero mientras casi se la llenaba.
-¿Quién nos va cantar luego? -Dijimos con sonrisa malévola mirando a la profesora.
-¿Yo? Pues va a ser que hoy no -nos dijo mirando al techo y riendo.
-Además, que cuando estuve en Suiza, con el tema de la beca, recuerdo que estaba la Señora Rottermeyer -nótese el hábil manejo de los temas para evitar el trago de tener que cantarnos algo- y mis compañeras, que venían de familias de clase, y pensaban que tenían más pedigrí que yo... -retomó la conversación Marisol.

Total, que Rafa y Paco andaban con sus idas y venidas, sus rutas en bicicleta tanto suyas como de algún señor bien entrado en años ya que se hace rutas largas como quien va a por pan a la esquina. Igual el que va a la esquina, va más desganado y lento que este señor. Lo que demuestra, que hace más el que quiere que el que puede.

Marisol, Pablo, Ginesa y yo, hablábamos animadamente de cuanto de impersonales se han vuelto las relaciones humanas, de como en las parejas actuales se comete el error de creer que por casarte o hacer formal el irte a vivir con tu novio/a, tienes que renunciar a casi todo lo que hacías antes, cuando la magia de compartir en pareja es crear juntos un proyecto en común respetando ese pequeño espacio que debe tener siempre cada uno y que aún permitiendo la entrada del otro, sigue siendo casi siempre algo propio de cada uno que no pierde por cambiar.

El tiempo iba pasando con su en este caso ligero devenir, y Pablo ya tenía que ir haciendo camino. Se despidió de nosotros, y nos quedamos algo más charlando y terminando de comer.

En buena justicia, Marisol más que yo -aunque yo acompañaba- terminó de rematar los platos. Como envidio sanamente a estas personas, que comen y su cuerpo aprovecha todo cuanto necesitan pero nada más, y están esbeltos y sin kilos de más.

Al poco, como más de uno ya tenía también que ir terminando, pues eso, que decidimos terminar. Ya saliendo, cada uno señaló su ruta, para ver si el camino de vuelta iba en la misma dirección que el de algún otro compañero, para acompañarlo. Yo, para llegar antes a casa, puse la velocidad de crucero que uso cuando hago senderismo, y en un pequeñísimo espacio de tiempo andando ya estaba en el portal del edificio.

Me ha gustado esta salida, pues te reafirma en la idea, de que nada hay más interesante quizá, salvo compartir Amor Verdadero y consciente en pareja, que relacionarse y compartir buenos momentos de amistad con gente conocida o amiga. Lo que te llena dar y recibir de otras personas en momentos así, te hace desearlos más a menudo.

Lo cual va a suceder seguro. ¿Otra cervecita más? Claro que si, en la próxima comida...

16.3.11

De noches varias (y 1)



Cada historia tiene su lugar. Si bien es cierto, que hay noches en que se escuchan relatos buenos, cargados de experiencia, o de momentos locos pero muy sanos. Y eso es lo que me acaeció anoche.

Entre plato y ración, algunas de las más variopintas historias surgieron, al calor del momento. Hay que reconocer que hay personas que hacen que esos momentos sean auténticos, por lo que aportan con sus vivencias. Y estos amigos logran despertar la magia del momento compartido, haciendo que la vibración del instante sea maravillosa.

M. comentó como eran sus momentos en Suiza, lo cual me hizo recordar su genial paso por una cocina allí -por suerte con final feliz aunque de transcurrir más que incierto- y su desde aquel momento aversión a cocinar. No por no querer, sino para seguridad de los comensales. De hecho creo que cualquier día de estos le pediré a M. que nos invite a comer algo que ella desee preparar. Lo cual puede terminar en que tras mi osada petición, tenga ración triple de ejercicios orales y escritos por cortesía de la profesora.

Rematando la faena, nos contó M. como se puede lograr que un avión a punto de despegar y ya moviéndose por la pista, frene para recogerte, que lo suyo hubiese sido verla a ella corriendo por la pista agitando los brazos y gritando poseída "¡espere! ¡Que tengo asiento en ese avión! -cual autobús de línea regular-, y al subir una ovación del respetable a base de aplausos, hace de un momento crítico un momento con subidón de adrenalina incluído.

El otro artífice de la noche, R., tiene recuerdos de esos que solo suceden una vez en la vida. Como en Sri Lanka -antigua Ceilán- se puede estar perdido -sin manera de conectar con el resto del mundo- en lo alto de una montaña, haciendo un intento de emular posturas de yoga a la par que meditas en la impermanencia del Ser. Todo un logro de la aventura. Eso si, él si que dejó una huella imborrable en los monjes del monasterio. Desde aquel día, hay un cartel en la entrada del Ashram -o lugar de meditación- que reza: "Se ruega a los españoles que hablen en voz baja y no interrumpan las meditaciones de los monjes. Gracias"

Eso si, pasando después el relato a otra parte en la cual, trabajas en una zona judía donde te sientes más extranjero que los propios judíos " el pueblo errante". Desde luego, R. puede pasarse horas contando sus idas y venidas, que tiene unas cuantas, a cual más interesante.

G. se sumerge por momentos en el mundo de los impuestos, de la estadística y los números, yo se lo que es aprenderse fórmulas estadísticas sin encontrarles un sentido -ya sea teórico o práctico-, pero que son las que sirven para su cometido y no hay más vueltas que darle. P. le pone el punto matemático a esta parte de la conversación, salpicada de alusiones informáticas que el resto de comensales salvo ellos dos y yo las encuentran de tema de encuentros en la tercera fase. Cualquiera les explica como hacer un vídeo en alta definición con su ordenador -que se puede aún sin ser profesional-.

P. -otro de los chicos del grupo- también se pone al día de sus historias, que tienen mucho que ver con el deporte, y su afición a la bicicleta y las rutas largas -para el aperitivos nada más-. Eso si, el chico es muy majo y agradable. Es más, aún no nos ha vendido ningún seguro -trabaja en una compañía-, y eso le hace ganar puntos al muchacho.

Como se puede ver, todos acabamos en una cena genial, tomando unas copas y disfrutando del sabor de la buena compañía, esa que siempre se agradece y siempre deja buen sabor. Como no, ya tenemos otra preparada, a la sazón -y al pelo- coincidiendo con el cumpleaños de nuestra profesora... Deseando ya que nos apasione con sus seguro más que divertidas e intensas aventuras por Australia, y de como fue su vida allí, entre canguros, aborígenes, montaña sagrada incluida y Pavarotti ofreciendo un recital en la ópera de Sidney.

22.2.11

Dos y el mar




Había perdido la cuenta de cuantos eran.

Belli se dejaba mecer por las olas. En aquellos momentos, aquel velero recorriendo la costa, aquel atardecer, y, sobre todo, la compañía de Vilo, su eterno compañero de viaje, hacían que su mente volase hasta el infinito.

Recordaba sin nostalgia los muchos momentos vividos junto a él, en tantos y tantos lugares del planeta. Los recuerdos que se agolpaban en su cabeza en algunos momentos, le confirmaban, una vez más, que estaban hechos el uno para el otro. Si, de eso no tenía duda. Cuando Vilo decidió un día darlo todo por un sueño, el sueño de hacer realidad un Amor Verdadero, ese día, ella comprendió que todo sería posible entre los dos.

El ruido de las gaviotas despertó a Vilo, que dormitaba plácidamente en la cubierta, cubierto por una manta y el velo de los sueños más dulces.

-Te Amo, Belli- Dijo él como cada mañana mientras se giraba para mirarla.

Ella miraba al horizonte. Tenía entre sus manos un folio doblado, apretado contra su pecho. En él, algunos corazones al vuelo repartidos por la hoja, y unas preciosas letras de su amor. Siempre llevaba consigo en sus viajes algunos de estos mensajes, pues decía que su alma se crecía al leerlos.

-Ven aquí, mocoso. Acércate un poquito, niño bello- respondió ella.

El se acercó con ímpetu, para terminar abrazando por detrás suavemente a Belli, mientras acariciaba con ternura sus mejillas a base de besos. La expresión de su caras definía perfectamente el amor que existía entre ellos dos. El sol dejaba ya sus primeros rayos al nuevo día, y la ligera brisa acompañaba con su música.

-¿Quieres seguir siendo mi novia? ¿Y seguir saliendo conmigo?

-Claro que si, mocoso. Por siempre y para siempre -contestó-.

Su amplia sonrisa se hizo más grande aún. Ellos siempre hacían lo mismo, en un ritual que no se saltaban ni un solo día. El renovar su amor, era tan importante para los dos, que la Vida les bendecía cada día con nuevas sensaciones, y mucha, muchísima magia en su relación de pareja.

-Si, mi Bellita hermosa. Por siempre y para siempre...

7.2.11

Muéstrame tu tiempo




¿Por qué lo hice? La primera vez, fue hace tanto tiempo, que mejor no traerla a este relato.

Las horas pasaron interminables ante la atenta mirada de la gente. El absurdo calor del mes de marzo hacía más lento aún el caminar de mis pies. Quizá fuese el saber que mi destino podía quedar sellado para siempre lo que frenaba mis pasos. Tal vez el murmullo profundo de los sabios y el mirar callado de los niños, lo que me aterraba.

Pero lo hice. Una segunda vez.

¿Por qué? Me gritan muchos a lo largo del eterno camino sembrado de piedras aquí, arena allá, y casas. ¿Por qué una segunda vez?

Esta vez no vengo con el manto del sufrimiento. No arrastro mi condena, ni inspiro lástima en las personas. No hay vencedores ni vencidos. Los buenos y los malos son los mismos, ya que no hay bueno ni malo. Esta vez es distinto.

Tiempo hace que el ser humano fue advertido. Y sin embargo sus oídos no han querido escuchar. Tiempo hace que se le mostraron caminos de libertad y de consciencia. Y sin embargo prefiere la senda de la desdicha y el enfrentamiento. Tiempo hace que viene padeciendo las consecuencias de sus actos. Y sin embargo, prefiere seguir padeciéndolas. En un largo devenir de siglos, que no ha hecho más que acercar el momento.

En cada corazón, en cada alma, en cada Ser, una única frase, sentencia y pregunta a la vez: Muéstrame tu tiempo.

Más el ser humano calla. Cada persona habla para si mismo, intentando darme una respuesta que yo se imposible. Porque no hay respuesta ni réplica a mi completa afirmación.

Los limpios de corazón y espíritu, responden con franqueza y, en el fondo, ellos han dado todo hasta su vida por mejorar cuanto podían. A estos nada les pido, pues en justicia quien hace todo lo que puede, no está obligado a más.

La mayoría, se esconde en los sucios agujeros de sus pozos oscuros, pozos de la mente donde han urdido las más infames desgracias, los odios más enconados y el desprecio a sus semejantes. De soberbias y poder, de mentiras y maltratos, de daños, de iras, de rencores, están llenos. Sus cuerpos tiemblan pues nunca llegaron a imaginar que llegaría la hora en que ellos, creyéndose poseedores de su tiempo, tendrían que rendir cuentas de ese tiempo al que todo es, hasta el mismo tiempo.

Unos pocos, que sin saberlo a veces y otras por ansia de descubrimiento interior, se abrazaron a un Amor Verdadero sin límites, estos fueron usados por mí para equilibrar el Mundo, para no romper la fina línea dorada que todo lo une en los universos y en todo cuanto existe. Estas personas, con un nivel de vibración consciente superior a los demás, han permitido que yo viniese, me han abierto el canal mediante el cual yo he regresado.

Y ahora, en esta inmensa soledad, una segunda y más hiriente si cabe soledad, recorro otra vez este camino, no de dolor sino de renacimiento para el ser humano, de dicha y felicidad, donde ahora tendrán el tiempo de hacer crecer, de integrar, de amar y cuidar, de despertar al todo, de dar y recibir en igual medida. Una mayoría ya no estará arriba sino abajo, y los de abajo arriba.

Quien sabe que ocurrirá si es que hay una tercera vez en que tenga que preguntar de nuevo: Muéstrame tu tiempo.

Recorro este camino, lenta, pausadamente. En ello un niño y una niña de corta edad, me miran con ternura. Su edad aún los mantiene puros, y su coraje y valentía al salirse de entre la gente para venir corriendo hasta mi a preguntarme me sorprende. Incluso yo, que todo y nada soy, me sorprendo. Y gritando a coro al lado mío estallan en un: ¿Por qué?

A ellos si les respondo. Les miro a los ojos, con dulzura. Hace eones, millones de años que se la respuesta. Y sin inmutarme, sabiendo que esta es mi despedida, les digo:

"Porque creo y siempre creeré en la bondad del ser humano y en sus capacidades, aunque aún hayáis llegado a ello solo una pequeña parte por ahora".

18.1.11

El viaje de Uke




Allí y en ningún otro lugar, estaba él.

Sus innumerables viajes le habían hecho recorrer parajes mágicos, descubrir lugares con gentes que jamás pensó encontrar, y como no, despertar en las más altas montañas para dormirse en las playas más acogedoras.

Como el solía decir, "el Mundo siempre será un lugar digno de recorrer por mis pies, y de ser honrado como se merece".

A estas alturas, nadie dudaba ya de que Uke, el niño que había pasado los más felices años de su infancia junto a cabras y leones, tenía la visión de los territorios amplios, sin límites, que jugando recorrió junto a su padre en Nakuru, en el corazón más bello de Kenia, donde millones de animales disfrutaban -hoy en menor medida- de la cuarta parte de un país para ellos solos. Para ellos, y algunas pequeñas tribus, como esta de Kikuyu, de donde era originario Uke.

A sus bien entrados dieciséis años, le dijo a su padre que quería convertirse en un "dunia msafiri", o lo que es lo mismo, un "viajero del mundo". Su padre, que tantos días le había visto perseguir gacelas y cebras, lo miró a los ojos. Y comprendió en ese mismo momento que el pequeño Uke se había convertido en un adulto, y que si ese era su sueño, recorrer el mundo, el le iba a dejar cumplirlo. Solo le pidió que esperase un año más, para ahorrar lo suficiente de su trabajo como ayudante de la reserva nacional Nakuru para costearle el viaje y algún primer contacto seguro donde ir.

Y bien que había aprovechado el chico su peculiar manera de entender el mundo, y sus pocas pero productivas horas de inglés en la escuela de Kisumu, la ciudad más grande de su zona, donde iban a estudiar todos los niños que podían costearse estudios algo mejores.

Después de más de veinte años, el que fuera el pequeño Uke ya había recorrido más de treinta países diferentes. Trabajando en Australia, Chile, Escocia, Canadá, Birmania, Puerto Rico, India, Portugal, y por supuesto cercanos al suyo, como Uganda, Sudán o Angola entre otros.

Hacía unos días que había sido su treinta y dos cumpleaños. El cartel que divisaba desde su habitación de hotel, al otro lado de la calle, rezaba así: "Visit the lake Cascade, a startling magic moment" (visite el lago Cascade, un momento mágico sorprendente). A la sazón, estaba en el pueblo de Cascade, en el estado norteamericano de Idaho.

Que podía hacer Uke, un keniano de un pueblo pequeño, junto a un lago en la América del Norte profunda, solo el lo sabía.

Desde luego, el día que descubrió que su nombre coincidía con el de un pequeño y raro instrumento de cuatro cuerdas, su amplia sonrisa se dibujó más grande aún. Pues desde niño usaron el nombre corto para llamarle. Más el nombre completo de Uke, era, claro está, Ukelele.

Ese día en que, al final de una empinada y estrecha calle de casas de piedra y suelo permanentemente húmedo, descubrió a las puertas de un pequeño bar, a cinco abuelos tocando de manera divertida y desenfadada aquel instrumento que llevaba su nombre. Y cuando, ellos mismos, al comprobar que comprendía y hablaba inglés, le invitaron a tomar una silla y sentarse con ellos, la emoción fue incontenible para aquel muchacho.

Todos rompieron a reir cuando dijo su nombre, pues levantaron sus ukeleles al unísono, gritando a coro: ¡va por ti, muchacho! Si has venido desde tan lejos para conocer el secreto de tu nombre, te mereces nuestra mejor canción. Y comenzaron a tararear a coro:

darlin' ukelele that I've been dreaming of

dreaming by the ocean,
walking by the sea,
talking to a starfish,
and the mermaids singing to me

(querida ukelele he estado soñando,

soñando por el océano,
caminar por el mar,
hablando con una estrella de mar,
y las sirenas cantando para mí.)

Aquel fue sin duda, el día más feliz en la vida de Uke. O al menos, el más sorprendente que nunca pudo imaginar...

7.1.11

Nombre, name, اسم, navn, 名, izena, Tên, numele...



Aquel pequeño pueblo, presumía de tener los nombres más ajustados a cada ciudadano.

Por ello no era de extrañar que cuando se producía un nacimiento, se pusiera un nombre registrado común a todos, por decreto, que cambiaba automáticamente a los dos años de edad por el decidido por los padres o tutores del menor.

Tal rareza, la explicaban muy bien los eruditos y estudiosos del tema, o algún avispado anciano del pueblo a la caza del turista a quien contarle tan suculenta historia:

'Pues verá usted, que cosas -solía decir el anciano Vetusto, que ya gustó de estudiar y trabajar siempre mucho antes que otros niños/jóvenes-. Se decidió ya hace más de ciento cincuenta años, que todo nacimiento se registrara con el nombre de "Común". Así por ejemplo, doña Prudencia, que acaba de ser madre, ha registrado a Común Martínez del Olmo como hijo suyo.

¿La razón? Pues que los padres, abuelos, bisabuelos y demás familia muy cercana, harán un seguimiento del niño/a en cuestión, y según como le vean evolucionar, así le pondrán su nombre definitivo. ¿Acertado? Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero curiosamente, todas las personas tienen una personalidad acorde con su nombre en este pueblo. Realmente curioso...'

Así, la gente comenzó en un principio a poner nombres a sus hijos, no demasiado malsonantes con lo que era usual. Abundaron los niños "Prudencio, Justo, Amable, Narciso, Victorio, Pésimo, Primitivo", y niñas "Luz, Esperanza, Soledad, Angustias, Martirio".

Como no daban tan pocos nombres para abarcar todos los aspectos emocionales y de personalidad de los recién nacidos, algunos padres, bien por valentía, bien por tener un nombre distinto y de "pedigrí", acogieron enseguida nuevas nomenclaturas, pasando a crecer la lista de posibles nombres con algunos tan sonoros como "Clásico", "Perfecta", "Acomodada" o "Salado".

El eco que tuvo esta singular práctica en toda la provincia, y el posterior interés por los medios de comunicación en contar tan singular práctica, envalentonó todavía más a los progenitores.

Con lo cual, el tener un nombre de los antiguos ya era motivo de mofa y de poca consideración hacia el retoño, haciendo a los padres merecedores de comentarios sobre su poca implicación y ganas a la hora de escoger el nombre.

A la par, fueron surgiendo nombres rocambolescos para poder describir el carácter y forma de ser de sus pequeños al cumplir los dos años. Muy estudiadamente, se registraron hijos e hijas como "Alquiler", "Concordancia", "Pegatina", "Cafetero" y demás ocurrencias.

Quien venía de familia bien, o de estirpe de ricos y pudientes, se atrevía con los nombres compuestos, haciendo oídos sordos a los comentarios de la gente. En este caso, se buscaban combinaciones lo más estudidadas posible: "Genio Potente", "Alegría Controlada", "Buscón Adormecido", o el increíble "Santos Doliente Carcajada" (por aquello de que sus tatarabuelos vinieron de Sudámerica, y decidieron mantener la costumbre de su país, de cuanto más largo el nombre, mejor).

Los padres más contestatarios, o con alguna filiación política concreta, cargaban sobre sus hijos sus ideales. "Izquierdo", "Rebeldía", o "Decentro" eran comunes en estos casos.

Y no olvidemos a las tradiciones familiares, que de esas nunca faltaba alguna. "Rosca", la hija de los panaderos de toda la vida. "León" y "Gacela" para los gemelos de los cuidadores del pequeño zoo, atracción de turistas en verano. "Festejo", el divertido nombre que puso "Torete", el empresario de la plaza de Toros a su hijo.

El tonto del pueblo, se llama Luis. Sus padres le pusieron de nombre "Iluminado", por su intuición y su atracción por el conocimiento de las cosas. Ya de adolescente, se dio cuenta de que los nombres de cada uno no respondían al verdadero Ser de cada persona, ni a su carácter tanto interior como exterior. Descubrió -aunque nadie quiso hacerle caso por aquello de no romper una sacrosanta tradición-, que los padres grababan en sus hijos sus miedos, sus frustraciones, alegrías o deseos, muchas veces sueños no cumplidos, o vidas no vividas, para así poder verlas cumplidas en vida a través de esos nombres, condenas a fuego en muchos de ellos...

Tal vez por eso, cuando Iluminado se cambió su nombre a Luis, respiró por primera vez.