10.5.11

Al calor de Kenny...



Baja la persiana del último bar. Las luces, aún brillantes de algún reloj de escaparate despistado, atraen la atención de viandantes más despistados aún. Mi reloj, marca esa misma hora: son las tres de la madrugada. Mientras comienzan a limpiarlo, suena una relajante melodía al saxo de Kenny G.

Con hastiado caminar, mis pies comienzan a moverse. Yo estoy tranquilo, convencido de que mueve tus pies, que el cuerpo te seguirá, y así sucede. Un paso antecede a otro, que precede a un tercero, una procesión de pasos propiamente dicha, dada la lentitud de los mismos y las paradas frecuentes.

Al cambiar de calle, y cambiar de paisaje aún estando en la misma zona, una persona capta mi atención. Sentado en el capó de un automóvil, su cuerpo describe una extraña postura. Echado hacia atrás. Demasiado atrás, para una persona con el físico en perfectas condiciones.

Un ligero temor me recorre el cuerpo, más decido acercarme como quien simplemente tiene que pasar por ese lugar en su ruta.

El hombre está dormido. O eso me hace creer su rostro. Por un momento, pienso en que habrá bebido de más, como yo, solo que su cuerpo no ha aguantado ya más. Quien sabe, igual no tiene donde ir y ha hecho su parada, sueño incluido, sobre este coche.

Sin embargo, algo me impulsa a tocarlo. A despertarlo. A decirle que son ya las tres y veinte de la madrugada. Me acerco. Llego junto a él, y mi mano se estira lentamente, hasta tocar su ropa. Y su brazo.

Le muevo. Y nada.

Vuelvo a mover su cuerpo, esta vez un poco más, pero tampoco reacciona.

Ya pensando en algo distinto, le cojo los hombros cerca del cuello, y lo zarandeo con ambas manos. En ese momento, un repentino calor pegajoso me llena las manos, que retiro con gran rapidez. Están llenas de sangre.

Este chico no esta borracho. Este chico está muerto.

¿Qué hacer? ¿Aviso a la policía? Es posible que si llegan, mis manos les hagan sospechar de mi. Mejor me voy, nadie hay en la calle y nadie me ha visto. Ya pero... ¿Y mis huellas? En ese momento el miedo me invade. Han asesinado a un chico, probablemente profesionales, y yo soy el que tengo restos suyos y mis huellas en el crimen.

Estoy perdido. Da igual, yo por si acaso, me voy... ¡Mierda! Una pareja viene en mi misma dirección. Me acercaré al chico para disimular... ¡no! pueden pensar que le conozco. Esto no es posible, no puede estar pasando. Van más despacio, me están mirando.

-¿Necesitas ayuda con tu amigo?. Tiene mal aspecto. -comenta uno.
-Er, esto... no, gracias. No es nada.

Se van mirándome de reojo. También han notado, como yo, que tiene una extraña posición para estar solo durmiendo sobre el coche. Han acelerado el paso, no se si por miedo o para informar a alguien más.

Yo me quedo ahí, paralizado, esperando un desenlace que se no va a suceder pronto. En estos casos, cuando todo debiera pasar muy deprisa, el tiempo se detiene, para hacerte sentir el frío corte de hielo de la situación.

Una sombra se dibuja al otro lado de la esquina, con lo cual aún no puedo ver quien es. La impresión es que lleva uniforme...