21.10.19

Ígneo. Adj. Que es de fuego, o tiene alguna de sus características, como el color.

Estoy despertando a este nuevo día. Desde mi hogar en Ascella -Askella en mi lengua-, tercera estrella en tamaño de la constelación de Sagitario.


El cielo está difuminado. Aunque parezca curioso, hay muchos planetas en diferentes universos y sistemas, con características similares al mío. Estoy a, aproximadamente, 145 años luz del centro de la Vía Láctea.

Miro hacia un punto del cielo, donde dicen que hay un diminuto planeta lleno de vida llamado Quai -Agua-, pues es un 75% de agua. En ese sistema, lo conocen como planeta Tierra.

Sé -y cuanto más sé más preguntan surgen dentro de mí- que he vivido ya lo que sería media vida en esta forma de vida que tengo.

-Media vida es mucho -me digo en voz alta-. Más la otra media es mucho más aún -me oigo respondiéndome en un diálogo con poco sentido-.
-Si supieses los miles de años que has vivido, te sorprenderías -contestó mi espíritu, poco dado a hablarme en palabras-.
-Ya, claro. Para ti, espíritu, es fácil hablar del tiempo infinito -le solté-.
-Es que el tiempo no existe -respondió él-. Y cuando comprendas que tu tiempo, ese que en verdad no existe, es infinito, aunque en esta vida puede durarte una milésima, lo vivirás aquí y ahora sí o sí. -concluyó-.
-Ya estás con conocimientos de un nivel que cuesta asimilar, espíritu.

Y el espíritu volvió a su silencio.

-¿Qué te dice el corazón? -me preguntó este mismo-.
-Que tengo un corazón. Que eres el centro de mi ser. Que siempre estás conmigo. Que has hecho, haces, y harás siempre todo por darme vida hasta el último de mis días. Y que te estoy infinitamente agradecido por ello.
-Gracias. No todos los seres agradecen cada día a sus corazones todo lo que hacen por ellos. Me considero muy afortunado.
-Si, corazón. Gracias. Porque hay días que no te sigo, que no te escucho, que no te siento. Aunque siempre te amo. Y a pesar de todo, tú siempre estás ahí para mí. Sin discursos, sin reproches, sin exigencias, sin críticas, sin deberías...
-Mi labor, si es que puede llamarse así, no es decirte que hacer. Aunque si con honestidad me lo pides, te daré herramientas más que suficientes para llevar la vida que deseas, poniendo mi sabiduría a tu disposición. Esa si es mi misión para contigo. Despertarte, darte claridad, y pasión para todo aquello que desees vivir.
-He aprendido a escucharte, corazón. Y, desde que te escucho, tengo más paz. Suelto y confío en que todo será lo perfecto para mí.

El corazón también entró en silencio.

Miro este cielo. Hay fuego en el mismo, un amanecer lleno de infinitas posibilidades. En otros lugares del Universo, explotan estrellas, o mueren. Aquí sigue habiendo vida. Aquí sigo. Vivo.