26.11.10

El templo





-Algún día, romperás tus nudos, todo cuanto te ata, y empenderás el único y verdadero viaje posible para ti -me dijo aquel simpático anciano que encontré en la ladera de la montaña-.

-Es muy posible, quien sabe- Respondí yo.

-Oh, por supuesto. Siempre te han gustado las montañas. Lo puedo ver en tus ojos.- Dijo volviendo a sonreir.

-Si, eso es cierto. Me gusta subir montañas, es como ir subiendo la cuesta de tu vida, para luego disfrutar bajando relajadamente- Dije.

-Encuentra tu montaña, muchacho. Encuéntrala- Acabó por decir.

Tras ese consejo final, el abuelo volvió a sentarse en su piedra, a la orilla del camino, a la puerta de su casa. Siempre había vivido en el pueblo, y su mirada reflejaba el ansia de quien hubiese gustado tener la posibilidad de recorrer el mundo entero, y vivir mil aventuras. Que el las había vivido, de eso no cabía duda. Pero su "mundo entero" era el pueblo y alrededores.

Tres años hace ya de aquellas palabras, que tanto me marcaron sin saberlo. Tres años, y ahora mismo me encuentro ante la montaña de mi vida, de mi existencia, quien sabe si de mi despertar.

Todo está lleno de niebla. Es muy temprano y aunque amaneciendo, aún no ha salido el primer rayo de sol. Estoy solo frente a una sinuosa escalera de piedra, quizá interminable pues sus peldaños se pierden en la bruma. La vegetación lo cubre todo pues solo el camino se ve limpio e impoluto. Lo cual me hace deducir que lleva a alguna parte. Y por demás, a alguna parte habitada.

Comienzo a ascender. El doliente hastío que enfría mis huesos a la vez que la baja temperatura del lugar, va dando paso a una mayor inquietud curiosa, que hace que suba más deprisa por aquel sendero de peldaños, entrando rápidamente en calor con la consiguiente sensación de apremio. Aunque aquella intrigante escalera parece no tener fin.

Por fin llego a una zona donde la misma está flanqueada por maderas que hacen a su vez de barandilla, lo cual hace más fácil mi subida. Eso me anima. Si la gente sube por aquí, y ponen ayuda, es que ya debo estar llegando adonde sea que lleva este sendero.

Increíble. Realmente indescriptible. ¿Por qué?. Sencillamente, el camino termina en una pequeña abertura en el terreno, en el cual la montaña se abre paso a través de una entrada en la misma roca. Alguien ha horadado la roca para darle apariencia de puerta o entrada. Dos sencillas columnas, una a cada lado, son los únicos testigos de que ahí ha intervenido la mano del hombre.

Me detengo indeciso. Qué o quien puede haber dentro es todo un misterio. No me da tiempo a pensar en más opciones, pues mi ruido al caminar y llegar allí, da cuenta de mi presencia, y al instante aparecen dos sonrientes niños de, calculo que no más de doce años, que me cogen cada uno de una mano y me invitan a entrar.

Al contacto con ellos, una sensación de infinita paz me inunda, y, como tocado por alguna energía pura y sobrenatural, me decido a entrar.

Al principio, recorro un pequeño pasillo, para después subir otro pequeño tramo de escalera, al final del cual se ve una tenue iluminación.

Una vez arriba, y tras pasar por el dintel de otra puerta más grande aún excavada también en la roca, entré en aquella estancia. Una cueva enorme, abovedada, limpia, sin más adorno que un gran brasero en su centro, en el cual un suave pero imponente fuego caldea la estancia, al punto de comenzar a sentir quizá demasiado calor.

Al otro lado del brasero, unas figuras tan bien definidas, que aún hoy, no puedo precisar si eran personas de carne y hueso o creaciones de un mágico maestro escultor, pues no llegué -quizá por respeto, o miedo- a intentar hablar con ellas o hacer que se movieran, o tocarlas al menos.

Los niños se sentaron en un lateral, al lado de un anciano con el rostro muy sereno, y una mirada que mostraba que más que probablemente, había vivido en tiempo los años de varias vidas ya, según el correr de nuestras vidas humanas. Su energía, su paz, su serenidad, eran imponentes. Su sola presencia, sublime.

-Te estaba esperando, muchacho-. Vaya, pensé para mí, lo mismo me dijo el abuelo la primera vez que me senté a la puerta de su casa a descansar en medio del camino, hace ya algo más de tres años. Misteriosas vueltas de la vida.

Siguió el hablando, pues yo me sentía, de momento, incapaz de articular palabra.

-¿Has encontrado por fin tu montaña?. Siéntate y descansa. Quizá te gustaría saber que hacen esas personas ahí, y que tienen que ver contigo -me dijo mirándome con picardía.

-Si, claro- dije balbuceando de la emoción. Esa experiencia no quería perdérmela por nada del mundo. Y además todo tenía sentido, y es más, tenía que ver conmigo. Definitivamente, si, iría hasta el final de aquello...

22.11.10

Aforismos de Gurdjieff

1. Lo que es, no se parece.
2. Lo más grande que un hombre puede lograr es poder hacer.
3. Cuanto más malas sean las condiciones de la vida más productivo será el trabajo, siempre y cuando se recuerde el trabajo.
4. Recuérdese a sí mismo siempre y en cualquier lugar.
5. Recuerde que usted ha venido aquí habiendo entendido la necesidad de luchar contra sí mismo, sólo contra sí mismo. Por lo tanto, agradezca la oportunidad que otra persona le pueda dar para luchar contra sí mismo.
6. Aquí nosotros podemos tan sólo dirigir y crear condiciones, pero no ayudar.
7. Sabed que esta casa puede ser de utilidad tan solo a aquellos que han reconocido su nulidad y creen en la posibilidad de cambiar.
8. Si usted sabe que un acto es malo y lo realiza, comete un pecado difícilmente resarcible.
9. El principal significado de la felicidad en esta vida consiste en la habilidad de considerar siempre externamente, nunca internamente.
10. No ame el arte con sus sentimientos.
11. Un verdadero signo de un hombre bueno es que él ama a su padre y a su madre.
12. Juzgue a los demás por sí mismo, y raramente se equivocará.
13. Ayuda a aquel que no es holgazán.
14. Respeta toda religión.
15. Yo amo a aquel que ama el trabajo.
16. Podemos esforzarnos solamente por lograr ser cristianos.
17. No juzguéis a un hombre por las palabras de otros.
18. Considero lo que la gente piensa de usted, no lo que dice.
19. Tomad el entendimiento del Este y el conocimiento del Oeste y entonces buscad.
20. Sólo aquel que puede cuidar lo que pertenece a otros, puede tener lo propio.
21. Sólo el sufrimiento consciente tiene algún sentido.
22. Es mejor ser temporalmente egoísta que nunca ser justo.
23. Practicad el amor primero con los animales, ellos son más sensitivos.
24. Enseñándoles a otros es como uno aprende.
25. Recordad que aquí el trabajo no se hace por causa del trabajar, sino que sólo es un medio.
26. Sólo aquel capaz de ser justo se puede poner en la posición de los demás.
27. Si no tenéis por naturaleza una mente crítica, vuestra estancia aquí es inútil.
28. Aquel que ha liberado a su ser del mal de “mañana” tiene una oportunidad de lograr aquello por lo que vino aquí.
29. Bendito es aquel que posee un alma, bendito es aquel que no tiene ninguna, pero pena y angustia para aquel que la tiene en embrión.
30. El descanso no proviene de la cantidad sino de la calidad del dormir.
31. Dormir poco y sin pena.
32. La energía consumida en trabajo interno activo es pues transformada en un fresco surtidor, pero aquella consumida en trabajo pasivo es perdida para siempre.
33. Uno de los mejores medios para despertar el deseo de trabajar sobre sí mismo, es el entender que usted puede morir en cualquier momento. Pero primero tiene que aprender cómo mantener esto en su mente.
34. La fe consciente es libertad. La fe emocional es esclavitud. La fe mecánica es estupidez.
35. La esperanza, cuando es atrevida, es fuerza. La esperanza con duda, es cobardía. La esperanza, con miedo, es debilidad.
36. Al hombre le ha sido dado un cierto número de experiencias y economizándolas, prolongará su vida.
37. Aquí no hay ni rusos, ni ingleses, ni judíos, ni cristianos, sino sólo aquellos que persiguen un objetivo: tener la capacidad de ser.

17.11.10

El poder del AHORA

Es bueno que de vez en cuando nos recuerden que hay que disfrutar el momento presente, sentirlo y vivirlo con la mayor intensidad posible. Que se puede estar en el mundo, y a la vez conectar con nuestra parte consciente...

13.11.10

Loca noche otoñal... ¡en un automóvil!














Antes que nada, especifiquemos. Que no se salga el texto de madre. Que nadie retire a los pequeños del lado del ordenador. Nervios, los justos. O al menos, nervios, para los protagonistas de mi historia. Faltaría más, para ello son los figurantes de la misma...

Curiosamente, subieron al coche cuatro personas que, aunque pueda parecer increíble al final de la historia, ninguna había bebido sustancia alcohólica alguna, ni ingerido alimento en mal estado alguno.

El chico, accedió a llevar a aquellas tres agradables señoritas en su coche.

-No te preocupes, mi hermana se sabe el camino al pueblo- dijo una de ellas.
-Si, nosotras te guiamos, que es lo mejor-.

En que momento se juntaron los planetas, y la rueda de la fortuna dio un giro, nunca se sabrá.

Nada más coger la autovía, y tras unos breves kilómetros, apareció la tan preciada señal de salida a quinientos metros. En ese mismo instante, una voz en grito, de concursante de pasapalabra tras llevarse el premio del rosco, retumbó en sus oídos:

-¡Que te pasas, sal por ahí, por ahí que lo pone en el cartel!-.

Tras ese nivel de volumen en sus oídos, un sobresalto le hizo tomar la salida equivocada. Las otras dos mujeres, a coro con la seguridad que da el estar en territorio amigo, sugirieron siguiera el chico por aquella salida.

-No te preocupes, que si sigues recto vuelves a encontrar una salida para el pueblo-.

La noche se iba tiñendo de una oscuridad inquietante, pues tras varias vueltas, y un par de preguntas a amables viandantes, no conseguía dar con el sitio, que digo el sitio, ni con la salida de carretera en cuestión.

Ellas -que perdonen la comparación- iban discutiendo de tal manera, que había dejado de ser el tranquilo coche para convertirse en el plató de Sálvame de Luxe en el momento cumbre. El chico, haciendo del pecado virtud, seguía conduciendo mientras intentaba mantenerse callado, y rezaba a todo lo que sabía pidiendo encontrar una salida correcta.

Momento zen. Como en un templo espiritual, le llegó la iluminación. En una zona casi desierta, un taxi aparece como bajado del cielo por el mismísimo Dios, que harto de reir ante la situación de las cuatro personas, ha decidido que o les ayuda o se muere de la risa -si, ya se que es Dios, por eso, porque lo puede todo, sabía que podía morir de un ataque de risa como aquel-. El caso es que el taxista al fin les dio la indicación correcta, y el chico pudo llegar a su destino.

Y como todo comienzo tiene que tener su final. Quien sabe, igual el siguiente relato os cuenta como tras, llegado al pueblo, se da el caso de que hay que volver, y como no, de volver nada, que aquí lo que se hace se hace bien o no se hace. Y si hay que volverse a liar para no encontrar el camino correcto, pues se hace. Que donde hay clase se tiene que notar...