26.6.08

Lisa Kelly (May it be)

Si somos capaces de crear tanta armonía, se puede cambiar y mejorar el Mundo...

23.6.08

Galletitas...





Redondas. Saladitas. Con dibujo. Bañadas en chocolate. Con sabor a canela. Tradicionales. Tan "kitsch" que dan miedo hasta mirarlas. ¿Pero eso son galletas?.

Como dice mi compañero de trabajo, pueden faltar muchas cosas en la nevera, incluso las de su huerta. Pero que no le falten sus galletas del supermercado "x". Es un ritual. Es una costumbre. Es que están tan ricas -a su manera-...

Dicen los entendidos en nutrición, que las carencias del cuerpo humano a nivel alimentario, lo compensamos comiendo alimentos que nos aportan eso que nos falta. Que el cuerpo, sabio él, no te pasa una lista, pero te hace desear aquello que necesita. Y en parte, es cierto.

Bien es verdad, que también la vía compensatoria emocional que han observado los psicólogos y estudiosos de la conducta humana se da en este caso. Carencias emocionales, obsesiones, momentos positivos o negativos, nos hacen comer más, menos, o según que alimentos.

Una tercera vía que también influye, es la puramente física. El instinto de supervivencia, en según que momentos -de peligro, de tensión ante un jefe, de falta de tiempo, etc- hace que el cuerpo gaste reservas, bien de líquido o de algún nutriente que el mismo cuerpo tratará de compensar después con la aparición de ese deseo hacia un determinado alimento.

Es curioso como el cuerpo humano, y la mente, en algo tan trivial -y tan importante a la vez- como elegir qué comer, lleva tal grado de sincronía. De hecho, si aplicamos la consciencia y aprendemos a escuchar a nuestro propio cuerpo, este nos avisará incluso cuando necesite curarse de algo o prevenir alguna cosa, mediante la petición de este o aquél alimento.

Esas galletitas tan ricas. Quien no ha degustado -pasando el tema al puro placer y al recuerdo- las galletas "María", esas que con la leche del desayuno hacían feliz al niño más chulo del mundo. Eran redondas, con esos agujeros por los que salía la Nocilla cuando poníamos la capa demasiado espesa entre dos de esas apetitosas galletas. Luego llegaron rectangulares -toda una novedad-, y nuestros padres se lanzaron a por ellas, pues encajaban muy bien en los galleteros.

Después llegó el apuesto "Príncipe". Y ahí llegó la perfección hecha galleta -en aquella época- para cualquier crío/a que se preciara: ¡Qué economía de trabajo! ¡Qué paquete más apañado para acompañarnos al "cole"! ¡Ya venía rellena, y con un delicioso y dulce chocolate! (abstenerse los muy golosos, este texto puede provocar irrefrenables deseos de atacar el frigorífico)

La sociedad de consumo, ávida de darnos nuevas sensaciones, y hacernos creer en algunos casos que rozábamos el ideal físico, nos inundó con un repertorio de nuevas variedades y sabores. Con trozos de fruta, bajas en calorías, con calorías de más para los que no se les ve de perfil detrás de una escoba, mitad de chocolate y mitad helado de fruta de la pasión -si no se te pone cara de Charlize Teron tras comértelo te devuelven el dinero-, con vitaminas A, B1, B6, K, minerales, Omega 3 -y hasta 4 si bates el récord-, y así un sinfín de maneras y modos de presentarlas.

Con todo este lío de formas, colores, olores y sabores. Con todos los argumentos, válidos y subliminales, reales e inventados. Con su refinamiento y maestría en la preparación de tan sencillo y a la vez renovado alimento.

Hasta Obélix, uno de los mayores tragones de la historia -en este caso animada en dibujos-, gustaba de esas "galletitas", tan, tan ricas -acompañadas de jabalí, como no podía ser de otra manera en él-.

Y vuelvo al armario de la cocina, cojo algunas galletas, y me dispongo a degustarlas, con la radio de fondo, la mente puesta en mi infancia, y el recuerdo del sabor de antigüo, de platos de porcelana y vaso grueso, de leche recién cocida en la olla y limpia de nata, y paño de cocina al cuello para no manchar el jersey de los domingos -que ya se mancharía jugando a las canicas con los compis en la arena-...

15.6.08

Salta tu fuego sin miedo...



Hoy, muy temprano pues he tenido que estar de noche en vela, he llegado a casa con ganas de subir algún texto al blog.

Nada. Que no me viene ninguna idea. Pero siento que hay algo en el ambiente. La musa que me ronda me hace intuir que algo surgirá. No sé como funciona, pero funciona. Ojeo el "Google", en busca de imágenes, escribo palabras sin sentido -kaili, amutu, roirisa-, y dejo que sea La Red la que me muestre imágenes.

Una bella japonesa -muy hermosa, os lo aseguro-, me mira fijamente. Se llama Kaili, y no sé más, pues el texto viene en japonés. Pero creo que es decoradora de espacios. Interesante. Otra palabra más. Esta vez aparece el logotipo de una compañía canadiense de servicios. Para mí que mi musa estuvo ayer conmigo tomando bourbon, y también ha dormido unas dos horas, y fuera de casa. Mejor dejo esa opción, que me lleva por un camino cada vez más incomprensible.

Por fín la inspiración, esa intuición personal e interior, siente algo. Conéctate, vamos, ahora Víctor, ahora, abre el Msn aunque sean las nueve de la mañana del domingo. Bingo, una amiga de La Red que es una persona interesante y sorprendente -va por tí, Sussan-, está al otro lado. Tras un saludo cariñoso con la alegría que me transmite siempre, me da la idea. ¿Será que mi musa y mi amiga tienen algo en común? Todo puede ser.

Está de mudanza. Se ha dado cuenta de que necesita su espacio, donde poder tener sus momentos, y poder expandirse un poco más. Realiza cambios en su vida también. Ha aprendido a soltarse, desprenderse de lo viejo y dar paso a lo nuevo.

Es interesante ver como necesitamos, en este proceso de cambio constante, mirar lo que llevamos incorporado, examinarnos, para así deshacernos de cosas, personas y experiencias que ya no nos sirven, no nos aportan nada, o nos lastran e impiden avanzar. Cuando uno ordena y limpia un armario, y quita lo que no sirve, queda espacio para la ropa nueva. Asimismo, dejamos que personas que estaban en nuestra vida, sigan su camino, y permitimos que entren, o la Vida nos trae, nueva gente, con su aportación a nuestra experiencia vital.

En estos días llega San Juan, con sus hogueras. Antigüamente, sí significaban ese desprenderse. Cada uno de los que contribuía en la hoguera, solía poner un mueble de madera -aunque fuese una simple y vieja silla-, para dar a entender que no le  tenía apego a lo material, que podía ir y venir, y sufrir cambios. Y una vez en el fuego, saltar por encima de él, dejando de lado los miedos, y renovándose por dentro, resurgiendo del fuego la persona renovada.

Quizás este sea un buen momento. Plantearte cambios. Y realizarlos. ¿Qué puede pasar? ¿Que entre algo nuevo en tu vida? ¿algo maravilloso que no esperabas? ¿Conocer y compartir con esa persona que al fin te descubre su manera de vivir? Y eso es solo el principio. Las posibilidades, son infinitas.

Siempre hay algo de lo que desprenderse, algo que desaprender para aprender algo nuevo, ver si las personas que hay en nuestra vida nos aportan algo o hay que dejarlas marchar. Es positivo hacer limpieza de vez en cuando. ¡O hacer que la vivienda tenga habitación de invitados!.