23.3.10

Aires de tango...



...leía novelas y versos de amor, o, si no, miraba la espuma hirviente, cantaba en la estela del viejo vapor. En noches serenas...

Claudia. Su voz de terciopelo y fuego, como cada jueves, inundaba las paredes del Café Plaza Dorrego, en la plaza del mismo nombre, en Buenos Aires. Su manera de cantar el tango, más que cantarlo acariciarlo con ternura y besarlo con pasión, congregaban a bastante gente ese día de la semana en particular.

Había quedado con Amaia, una menuda chica de Usuahia, una de las provincias y lugares más bellos de Argentina. El caso, es que hacía una hora y media que llamó diciéndome que no podía venir a la cita, y cuanto lo sentía.

Ya eran las once y media, y el local, tras terminar la música, estaba casi vacío. Alguna pareja despistada por el amor era el complemento a las mesas esparcidas por el salón.

Yo degustaba una generosa copa de vino, y pedía uno de los deliciosos pastelillos a los que estaba acostumbrado. A su vez ojeaba levemente las páginas de sociedad del diario Clarín.

Según salía, ya cambiada, con vaqueros y una ajustada camiseta verde, Claudia, se acercó a mi mesa.

-Me apetece compartir ese vino y esos pastelillos contigo. Te he visto mientras cantaba. Y he visto el deseo con que me has mirado. Quizás no sea bueno que se te note tanto, parecías un adolescente con las hormonas deseando explotar - dijo sonriendo de manera pícara.

-¿Tanto se me ha notado? Vaya -atiné a decir mientras mi saliva se secaba por completo-.

-Si. Me gusta ser directa y clara, ya ves. Me estabas desnudando con tu mirada, haciéndome el amor con tus ojos y tu manera de respirar y moverte. ¿Sabes una cosa? Me ha gustado tanto tu sensación, ha sido tan excitante, que he cantado para ti, como agradecimiento por ser tan transparente y sincero, sin esconder nada.

-Es que realmente tu voz es puro deseo. Cada palabra tuya, rozaba mi piel, y tus manos, no cogían el micrófono, resbalaban por mi cuerpo mientras tus piernas se agarraban con fuerza a las mías, para fundirnos en un deseo interminable, lleno de susurros, de melodías, de... -dije ya más confiado y sin miedo-.

-Cariño, el tango es pasión. Es una mezcla de la fuerza de la tierra, pero también de la emoción, de poner Alma, Corazón y Vida, y como no, para mi, es como hacer el amor con mi público, una sensación de placer indescriptible viendo a la gente aplaudir y mirar fijamente embelesados. -Reconoció Claudia.

-Por eso es que la gente acude cada jueves. Porque tu haces que sea algo mágico, y especial. Algo íntimo, sensual y compartido con todos, pero a la vez solo tuyo...

-Venga, apura tu copa -dijo ella-. Esta noche el tango lo bailará mi piel sobre tu piel, y entenderás porque se baila tan agarrado y suelto, y como el momento de sentirlo haciendo el amor te vuelve loco, para después volver a la cordura. Cariño, comienza a imaginar, porque ni en sueños tendrás una noche como esta. -apuntilló Claudia humedeciéndose los labios eróticamente con su lengua.-

Vos ves la Cruz del Sur, y respirás el verano con su olor a duraznos, y caminás de noche...

8.3.10

El "6"



Como si los números quisieran darme claves para entender mis encuentros amorosos, y mis más locas e intensas noches de pasión y sexo. Como si las matemáticas cobrasen vida para explicar lo inexplicable. Pero ahí estaban.

Todos los que me habéis leído, sabéis de mi pasión por los segundos pisos -gracias a mágicos encuentros cargados de sensaciones-. En este caso, todo gira en torno al seis.

Un inocente "a las seis", dicho sin más ánimo que el de fijar una hora para encontrarnos, fue el comienzo de una cadena de increíbles y mágicos momentos que se fueron sucediendo con una pasmosa coincidencia.

Entramos en "La Chocolatería", y escogimos una mesa apartada, en una esquina. Ella pidió un té de amantes, justo el que amablemente le sugirió el camarero. Yo, un capuccino. Disfrutamos de un agradable rato de conversación, yo con mi música, ella con sus libros. Yo, hablando de mi próximo viaje, ella, de la maravillosa vista que tenía desde su nuevo apartamento.

Tras este relajado ambiente, el deseo de dar un paseo. ¿Nos trae la cuenta, por favor?. Cual es mi sorpresa -ahora voy entendiendo- cuando me presenta un papelito en el cual marca la palabra "total" seguida de un "6 euros". Aquello ya iba tomando forma.

Ella y yo habíamos planeado uno de esos encuentros en los cuales no esperas nada pero sabes que se desea todo. Nada más salir del local, casi sin hablarnos, nos fuimos a un hotel.

Si. Misterios de la Vida. O no, quien sabe. El caso es que tras dar los datos, y abonar el importe de la misma, otra vez la sorprendente coincidencia: "aquí tienen, es la 606". Por momentos pensé que la Vida estaba jugando conmigo al despiste. No dije nada a mi acompañante, tan curioso estaba ya por saber que me depararía tanto juego.

Nos duchamos como siempre que hacemos el amor. Ella, sacó del bolso una bolsita minúscula, la cual volteó sobre la cama, dejando caer -oh, cielos!- seis pañuelos "seis". Eso ya era demasiado. Más deje que transcurriera.

-Cariño, está noche vas a disfrutar de una manera especial. Y yo también, pues sabes cuánto te deseo.

Con suavidad, fue atando mis manos a los lados de la cama, continuando con mis tobillos de igual forma, yo acabando por quedar formando una estrella. Un pañuelo más para tapar mis ojos y no ver nada, y el sexto y último, acallando mis sonidos, sabia decisión.

Sin mediar juego alguno, comenzó a masajearme, y enseguida, se puso a horcajadas, montando su voluptuoso cuerpo sobre el mío, y realizando un vaivén frenético que la llevó a tener dos orgasmos seguidos, y yo a tener también uno muy intenso.

Tras ese comienzo salvaje, se tumbó a mi lado, para quedarse en duermevela, ahora se que fue para recuperar deseo y fuerzas. Al poco, ya encendida de nuevo, una experta lengua recorrió todo mi cuerpo, excitándolo, y ella, jugando a hacerme el amor sin yo poder contestar ni decidir sobre el cómo, tan excitada al tenerme así, disfrutando, llegando a cuatro orgasmos más aquella noche. Si, podéis decirlo, pues es correcto. En total, seis que tuvo ella.

Ahora, en retrospectiva, y pensando en todo aquello, me doy cuenta de cuánto más habría aprovechado de joven si me hubiesen apasionado las matemáticas. O eso creo al menos...