23.6.08

Galletitas...





Redondas. Saladitas. Con dibujo. Bañadas en chocolate. Con sabor a canela. Tradicionales. Tan "kitsch" que dan miedo hasta mirarlas. ¿Pero eso son galletas?.

Como dice mi compañero de trabajo, pueden faltar muchas cosas en la nevera, incluso las de su huerta. Pero que no le falten sus galletas del supermercado "x". Es un ritual. Es una costumbre. Es que están tan ricas -a su manera-...

Dicen los entendidos en nutrición, que las carencias del cuerpo humano a nivel alimentario, lo compensamos comiendo alimentos que nos aportan eso que nos falta. Que el cuerpo, sabio él, no te pasa una lista, pero te hace desear aquello que necesita. Y en parte, es cierto.

Bien es verdad, que también la vía compensatoria emocional que han observado los psicólogos y estudiosos de la conducta humana se da en este caso. Carencias emocionales, obsesiones, momentos positivos o negativos, nos hacen comer más, menos, o según que alimentos.

Una tercera vía que también influye, es la puramente física. El instinto de supervivencia, en según que momentos -de peligro, de tensión ante un jefe, de falta de tiempo, etc- hace que el cuerpo gaste reservas, bien de líquido o de algún nutriente que el mismo cuerpo tratará de compensar después con la aparición de ese deseo hacia un determinado alimento.

Es curioso como el cuerpo humano, y la mente, en algo tan trivial -y tan importante a la vez- como elegir qué comer, lleva tal grado de sincronía. De hecho, si aplicamos la consciencia y aprendemos a escuchar a nuestro propio cuerpo, este nos avisará incluso cuando necesite curarse de algo o prevenir alguna cosa, mediante la petición de este o aquél alimento.

Esas galletitas tan ricas. Quien no ha degustado -pasando el tema al puro placer y al recuerdo- las galletas "María", esas que con la leche del desayuno hacían feliz al niño más chulo del mundo. Eran redondas, con esos agujeros por los que salía la Nocilla cuando poníamos la capa demasiado espesa entre dos de esas apetitosas galletas. Luego llegaron rectangulares -toda una novedad-, y nuestros padres se lanzaron a por ellas, pues encajaban muy bien en los galleteros.

Después llegó el apuesto "Príncipe". Y ahí llegó la perfección hecha galleta -en aquella época- para cualquier crío/a que se preciara: ¡Qué economía de trabajo! ¡Qué paquete más apañado para acompañarnos al "cole"! ¡Ya venía rellena, y con un delicioso y dulce chocolate! (abstenerse los muy golosos, este texto puede provocar irrefrenables deseos de atacar el frigorífico)

La sociedad de consumo, ávida de darnos nuevas sensaciones, y hacernos creer en algunos casos que rozábamos el ideal físico, nos inundó con un repertorio de nuevas variedades y sabores. Con trozos de fruta, bajas en calorías, con calorías de más para los que no se les ve de perfil detrás de una escoba, mitad de chocolate y mitad helado de fruta de la pasión -si no se te pone cara de Charlize Teron tras comértelo te devuelven el dinero-, con vitaminas A, B1, B6, K, minerales, Omega 3 -y hasta 4 si bates el récord-, y así un sinfín de maneras y modos de presentarlas.

Con todo este lío de formas, colores, olores y sabores. Con todos los argumentos, válidos y subliminales, reales e inventados. Con su refinamiento y maestría en la preparación de tan sencillo y a la vez renovado alimento.

Hasta Obélix, uno de los mayores tragones de la historia -en este caso animada en dibujos-, gustaba de esas "galletitas", tan, tan ricas -acompañadas de jabalí, como no podía ser de otra manera en él-.

Y vuelvo al armario de la cocina, cojo algunas galletas, y me dispongo a degustarlas, con la radio de fondo, la mente puesta en mi infancia, y el recuerdo del sabor de antigüo, de platos de porcelana y vaso grueso, de leche recién cocida en la olla y limpia de nata, y paño de cocina al cuello para no manchar el jersey de los domingos -que ya se mancharía jugando a las canicas con los compis en la arena-...

1 comentario:

Sol dijo...

hola! gracias por tu comentario, me ha hecho mucha ilu.

bueno pues tengo que decirte que yo no puedo pasar sin tomar galletas en el desayuno, de pequeña eran galletas o magdalenas "la bella easo", como ya no me dejan comer magdalenas pues hale, galletas, qué ricas!

y si, ayer me ventilé una tableta de chocolate con almendras porque mi cuerpo "lo necesitaba" jaja

besos