7.1.11

Nombre, name, اسم, navn, 名, izena, Tên, numele...



Aquel pequeño pueblo, presumía de tener los nombres más ajustados a cada ciudadano.

Por ello no era de extrañar que cuando se producía un nacimiento, se pusiera un nombre registrado común a todos, por decreto, que cambiaba automáticamente a los dos años de edad por el decidido por los padres o tutores del menor.

Tal rareza, la explicaban muy bien los eruditos y estudiosos del tema, o algún avispado anciano del pueblo a la caza del turista a quien contarle tan suculenta historia:

'Pues verá usted, que cosas -solía decir el anciano Vetusto, que ya gustó de estudiar y trabajar siempre mucho antes que otros niños/jóvenes-. Se decidió ya hace más de ciento cincuenta años, que todo nacimiento se registrara con el nombre de "Común". Así por ejemplo, doña Prudencia, que acaba de ser madre, ha registrado a Común Martínez del Olmo como hijo suyo.

¿La razón? Pues que los padres, abuelos, bisabuelos y demás familia muy cercana, harán un seguimiento del niño/a en cuestión, y según como le vean evolucionar, así le pondrán su nombre definitivo. ¿Acertado? Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero curiosamente, todas las personas tienen una personalidad acorde con su nombre en este pueblo. Realmente curioso...'

Así, la gente comenzó en un principio a poner nombres a sus hijos, no demasiado malsonantes con lo que era usual. Abundaron los niños "Prudencio, Justo, Amable, Narciso, Victorio, Pésimo, Primitivo", y niñas "Luz, Esperanza, Soledad, Angustias, Martirio".

Como no daban tan pocos nombres para abarcar todos los aspectos emocionales y de personalidad de los recién nacidos, algunos padres, bien por valentía, bien por tener un nombre distinto y de "pedigrí", acogieron enseguida nuevas nomenclaturas, pasando a crecer la lista de posibles nombres con algunos tan sonoros como "Clásico", "Perfecta", "Acomodada" o "Salado".

El eco que tuvo esta singular práctica en toda la provincia, y el posterior interés por los medios de comunicación en contar tan singular práctica, envalentonó todavía más a los progenitores.

Con lo cual, el tener un nombre de los antiguos ya era motivo de mofa y de poca consideración hacia el retoño, haciendo a los padres merecedores de comentarios sobre su poca implicación y ganas a la hora de escoger el nombre.

A la par, fueron surgiendo nombres rocambolescos para poder describir el carácter y forma de ser de sus pequeños al cumplir los dos años. Muy estudiadamente, se registraron hijos e hijas como "Alquiler", "Concordancia", "Pegatina", "Cafetero" y demás ocurrencias.

Quien venía de familia bien, o de estirpe de ricos y pudientes, se atrevía con los nombres compuestos, haciendo oídos sordos a los comentarios de la gente. En este caso, se buscaban combinaciones lo más estudidadas posible: "Genio Potente", "Alegría Controlada", "Buscón Adormecido", o el increíble "Santos Doliente Carcajada" (por aquello de que sus tatarabuelos vinieron de Sudámerica, y decidieron mantener la costumbre de su país, de cuanto más largo el nombre, mejor).

Los padres más contestatarios, o con alguna filiación política concreta, cargaban sobre sus hijos sus ideales. "Izquierdo", "Rebeldía", o "Decentro" eran comunes en estos casos.

Y no olvidemos a las tradiciones familiares, que de esas nunca faltaba alguna. "Rosca", la hija de los panaderos de toda la vida. "León" y "Gacela" para los gemelos de los cuidadores del pequeño zoo, atracción de turistas en verano. "Festejo", el divertido nombre que puso "Torete", el empresario de la plaza de Toros a su hijo.

El tonto del pueblo, se llama Luis. Sus padres le pusieron de nombre "Iluminado", por su intuición y su atracción por el conocimiento de las cosas. Ya de adolescente, se dio cuenta de que los nombres de cada uno no respondían al verdadero Ser de cada persona, ni a su carácter tanto interior como exterior. Descubrió -aunque nadie quiso hacerle caso por aquello de no romper una sacrosanta tradición-, que los padres grababan en sus hijos sus miedos, sus frustraciones, alegrías o deseos, muchas veces sueños no cumplidos, o vidas no vividas, para así poder verlas cumplidas en vida a través de esos nombres, condenas a fuego en muchos de ellos...

Tal vez por eso, cuando Iluminado se cambió su nombre a Luis, respiró por primera vez.

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