21.12.10

Miss...Celánea




Ella gustaba de jugar con su nombre. Aunque, a ser justos, le venía como anillo al dedo.

Tan pronto te sacaba del apuro de hacer cuentas con Hacienda, como te ponía en la mesa unas patatas con pulpo de hacer honor a la cocinera. Otras veces la veías con la cabeza metida en el motor de su Alfa Romeo -y ojito con que se le lo tocara otro para arreglarlo si no era algo serio- al más puro estilo chica de competición, como estaba en la parte trasera de su casa haciendo jarrones de cerámica, otra de sus múltiples aficiones.

¿Estudios? Dejando de lado sus múltiples cursillos, sus talleres varios y algún que otro máster, ya de adolescente estudió astronomía, y luego, impulsada por sus irrefrenables ganas de saber y hacer, estudió japonés en una escuela oficial de allí hasta completar el título. Eso si, mientras aprendía los secretos del arte floral japonés. "Que no es plan de irte tan lejos para hacer una sola cosa", decía ella muy convencida.

Madre de dos hijos y una hija, todos dentro de su treintena, no hicieron sino aumentar su currículum de mujer multidisciplinar. Tanto en la vida, como ella personalmente. Y como no, en el terreno de sus relaciones, así era ella.

Había tenido, hasta llegar a conocer y compartir su vida con la persona que consideraba su pareja ideal, relaciones de lo más variado, en cuanto a novios se refiere.

Su primera pareja fue un más que blanco finlandés que, según ella contaba, era todo un cuadro intentar verlo en la nieve cuando iba con ropa blanca. Es más, podía formar en ese momento parte del paisaje que costaba identificarlo.

Luego, por aquello de que su personalidad y su nombre no había que dejarlas en mal lugar, se enamoró durante unos meses de trabajo en Suiza, de un dominicano, de piel muy oscura, fabricante de relojes. Entiendo, quizá hubiese ido mejor un suizo en la República Dominicana llevando un bar de música latina, porque no.

Su tercera pareja, aunque parezca mentira, la conoció en su ciudad natal, Málaga. Un guapísimo y alto andal... que digo, un guapísimo y alto mozambiqueño con una sonrisa blanquísima interminable. Si es que encontrar para ella un novio andaluz en Málaga, fue algo difícil, por no decir que imposible. Por supuesto, el apuesto mozo africano, gustaba del vino amontillado, de las puestas de sol, y de trabajar en su campo de olivos el noble arte de hacer aceite. De excelente calidad, todo hay que decirlo.

Actualmente, su pareja, y con la que ha tenido sus tres retoños, se llama William -cariñosamente le dicen Will-, y es un simpatiquísimo canadiense que sabe seis idiomas y sin embargo trabaja haciendo las mejores pizzas que uno puede probar. Eso si, atenderte, te atenderá en un perfecto español, inglés, francés, italiano, portugués, y polaco. Hum, vueltas que da la vida.

¿Y que decir de su nombre? Miss...

Pues que se puso delante de su nombre, a la sazón Celánea, que mira que es caprichoso el destino, el interesante sobrenombre, ya que desde muy joven había sido alta, de facciones muy femeninas, y unos andares que entre su familia comentaban divertidos "la niña va para modelo, con ese tipo y esa forma de moverse". Y claro, del nombre a juntarle el miss, solo hubo un paso. Y ella, resuelta a no dar nada por sentado, tomó el apelativo tontorrón que le daban de "miscelánea", y lo convirtió en su nombre de adopción, pasándose a llamar ella -y todos la conocían ya así- "Miss Celánea".

Curiosa mujer...

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