7.2.11

Muéstrame tu tiempo




¿Por qué lo hice? La primera vez, fue hace tanto tiempo, que mejor no traerla a este relato.

Las horas pasaron interminables ante la atenta mirada de la gente. El absurdo calor del mes de marzo hacía más lento aún el caminar de mis pies. Quizá fuese el saber que mi destino podía quedar sellado para siempre lo que frenaba mis pasos. Tal vez el murmullo profundo de los sabios y el mirar callado de los niños, lo que me aterraba.

Pero lo hice. Una segunda vez.

¿Por qué? Me gritan muchos a lo largo del eterno camino sembrado de piedras aquí, arena allá, y casas. ¿Por qué una segunda vez?

Esta vez no vengo con el manto del sufrimiento. No arrastro mi condena, ni inspiro lástima en las personas. No hay vencedores ni vencidos. Los buenos y los malos son los mismos, ya que no hay bueno ni malo. Esta vez es distinto.

Tiempo hace que el ser humano fue advertido. Y sin embargo sus oídos no han querido escuchar. Tiempo hace que se le mostraron caminos de libertad y de consciencia. Y sin embargo prefiere la senda de la desdicha y el enfrentamiento. Tiempo hace que viene padeciendo las consecuencias de sus actos. Y sin embargo, prefiere seguir padeciéndolas. En un largo devenir de siglos, que no ha hecho más que acercar el momento.

En cada corazón, en cada alma, en cada Ser, una única frase, sentencia y pregunta a la vez: Muéstrame tu tiempo.

Más el ser humano calla. Cada persona habla para si mismo, intentando darme una respuesta que yo se imposible. Porque no hay respuesta ni réplica a mi completa afirmación.

Los limpios de corazón y espíritu, responden con franqueza y, en el fondo, ellos han dado todo hasta su vida por mejorar cuanto podían. A estos nada les pido, pues en justicia quien hace todo lo que puede, no está obligado a más.

La mayoría, se esconde en los sucios agujeros de sus pozos oscuros, pozos de la mente donde han urdido las más infames desgracias, los odios más enconados y el desprecio a sus semejantes. De soberbias y poder, de mentiras y maltratos, de daños, de iras, de rencores, están llenos. Sus cuerpos tiemblan pues nunca llegaron a imaginar que llegaría la hora en que ellos, creyéndose poseedores de su tiempo, tendrían que rendir cuentas de ese tiempo al que todo es, hasta el mismo tiempo.

Unos pocos, que sin saberlo a veces y otras por ansia de descubrimiento interior, se abrazaron a un Amor Verdadero sin límites, estos fueron usados por mí para equilibrar el Mundo, para no romper la fina línea dorada que todo lo une en los universos y en todo cuanto existe. Estas personas, con un nivel de vibración consciente superior a los demás, han permitido que yo viniese, me han abierto el canal mediante el cual yo he regresado.

Y ahora, en esta inmensa soledad, una segunda y más hiriente si cabe soledad, recorro otra vez este camino, no de dolor sino de renacimiento para el ser humano, de dicha y felicidad, donde ahora tendrán el tiempo de hacer crecer, de integrar, de amar y cuidar, de despertar al todo, de dar y recibir en igual medida. Una mayoría ya no estará arriba sino abajo, y los de abajo arriba.

Quien sabe que ocurrirá si es que hay una tercera vez en que tenga que preguntar de nuevo: Muéstrame tu tiempo.

Recorro este camino, lenta, pausadamente. En ello un niño y una niña de corta edad, me miran con ternura. Su edad aún los mantiene puros, y su coraje y valentía al salirse de entre la gente para venir corriendo hasta mi a preguntarme me sorprende. Incluso yo, que todo y nada soy, me sorprendo. Y gritando a coro al lado mío estallan en un: ¿Por qué?

A ellos si les respondo. Les miro a los ojos, con dulzura. Hace eones, millones de años que se la respuesta. Y sin inmutarme, sabiendo que esta es mi despedida, les digo:

"Porque creo y siempre creeré en la bondad del ser humano y en sus capacidades, aunque aún hayáis llegado a ello solo una pequeña parte por ahora".

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