21.4.11

H










Hyeronimus Lexter. Ese era su nombre.

O más bien debería decirse que ese era el nombre. Pues el nunca aceptó ese nombre, aunque sabía que no podía deshacerse de el.

El porque de todo esto realmente llevaría interminables disquisiciones filosóficas, y sesudas contradicciones entre estudiosos. Lo cual, a su entender, no llevaba a ningún lado.

Su padre, había dado forma a este grafismo por primera vez, cuando transformando el vocablo griego eta, que a su vez venía del fenicio het, lo incluyó en lo que se denominaría con el transcurrir del tiempo el "alfabeto latino". Obvia decir que mi padre vivió en una emocionante época de cambios, en el siglo VII a.c.

Palabras y más palabras fueron surgiendo al calor de esta nueva escritura. Y, como para confirmar que en mi familia, el cabeza de la misma había dado forma a esta letra, todo pasó a tener referencias hacheísticas, si se me permite la transgresión linguística de la letra.

Todo en el hogar familiar devino en cosas "huecas", en "humedades", y en "histrionismo". Vino a este mundo mi hermana, Helena, mi segunda hermana, Hespéride, y yo, Hyeronimus. En un contexto más simbólico, todo se volvió "habitual", los amigos pasaron a ser "hermandad", y los enemigos "hediondos". La comida no se servía fria, sino "helada", y el líquido amarillento que el médico sacaba a mi abuelo del "hígado", a la sazón pasó a llamarse "hiel".

Con los amigos, ya todo fue una incómoda "hartura". Por su parte. Por la mía, lo que resultó, un "hartazgo", ya que de tan peculiar y extraño comportamiento familiar, nunca mejor dicho, "huían" los amigos, conocidos y parientes. No fuese a ser que se contagiase esta forma de actuar.

Algunos encontraron buen acomodo entre la nueva letra, como cuando el poeta Virgilio acuñó el término "hierofante", para describir a sus aguerridos soldados. Por no decir del hijo de un campesino y comerciante, que tras descubrir su talento, se le conoció en todo el imperio romano como el famoso poeta "Hesíodo".

Aunque, fatídico fue el día en que vi, en un sueño, que digo sueño, pesadilla, como una gigantesca letra "H", envuelta en fuego, se me aparecía. El mismísimo "Hades", dios de los muertos, recriminándo el que hubiésemos dado libertad a esta letra. Y a su vez, proclamando el que jamás podría cambiarme este nombre. Una especie de condena.
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(2ª parte, 2011, Reino Unido)

Han pasado muchos siglos ya, muchas generaciones de Hyeronimus han hollado esta Tierra. Yo, el último hasta el momento descendiente de este linaje, he decidido no tener hijos, estableciendo el fin de tan peculiar lista de agravios, comparaciones, acontecimientos históricos tanto felices como inciertos, y algunos mitológicos o extraordinarios.

Aquí dejo constancia de que, tras el paso del tiempo, tras convertir dicha historia en algo más que fantástico, excéntrico, me retiro, y doy por finalizado mi tiempo. Algunos de mis antepasados, han convertido sus palabras en diferentes, tras hacer impronunciable o insonora dicha letra. Otros, en lenguas antiguas hoy no utilizadas, le han dado diferentes sonoridades, haciendo incluso que sonasen al pronunciarlas como otras letras.

Todo un contínuo de despropósitos, que a nada conducen, más dan pie a que una nueva "hueste" de seguidores de la tradición, despierte. Porque, aún creyendo yo que con este acto termino todo, me equivoco. Una nueva forma, un nuevo ser, al que acabo de darle vida sin saberlo, ya está incubando, para cambiar todo en el Mundo de las letras, de las palabras, y de la escritura tal y como es conocida.

Pero el relato, como ya apunté al principio de este, me llevaría mucho tiempo develarlo, con lo cual de momento, se quedará en el baúl de las palabras que pugnan por salir, quien sabe y de qué forma, algún día.

Firmado: H.

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