6.4.11

Pan8. De noches varias (y 2)




Oh! It's so beautiful...

¡Oiga! Que al final no son cinco, sino cuatro y una sin alcohol.

Hay que reconocer que el tono violeta de la orquídea sintonizaba de una manera espectacular con... el foulard de Marisol.

Salimos de la clase, e hicimos nuestra primera parada. Lógicamente, siendo el cumpleaños de la profesora, que mejor noche que esa para dar el paso de volver a salir juntos, y así compartir otro magnífico rato de buena comida, estupenda conversación y mejor compañía. Y de paso, darme así la oportunidad de relatar todo cuanto sucedió en un pequeño espacio de tiempo.

De camino al bar de tapas, fuimos comentando y desgranando como está la sociedad actual. Que te intenta -y a veces consigue- imponer el consumir más y el estar más ocupado durante el día con más actividades. En el primer caso, muchas veces de cosas innecesarias que no vas a usar tras comprar. En el segundo, en como la tecnología, con todo lo positivo que conlleva para las personas, puede a su vez volverlas impersonales y poco proactivas -cada vez menos relación con otra gente-.

Llegamos al Pan8 en el momento justo, pues ya todos nos mirábamos unos a otros, decidiendo qué parte de brazo o pierna de nuestro compañero se iba a llevar el primer mordisco -tal era el hambre que llevábamos-. De hecho, tras entrar al local, rápidamente ocupamos posiciones cual tropas de Napoleón en un despliegue táctico digno del mejor ejército. Las sillas se colocaron estratégicamente, la barra fue tomada literalmente al asalto por las tropas -nosotros seis al completo- y el general al mando -Marisol- organizó el ataque:

-A ver, que quiere de beber esta gente. Y vete poniendo algo de picar para darle a la bebida.

Y es que, como en las mejores batallas culinarias, ya somos expertos en combinar en medio metro de barra seis platos con sus correspondientes cubiertos, dos ensaladas, las bebidas, y unos platos más con entrantes para acompañar. Si, aunque parezca mentira, es posible. Si ya alguien hizo famoso el que grabaran su "seiscientos" saliendo de ocho a nueve personas, nosotros hemos patentado el "método para comer en barra grupos numerosos sin desparramar nada por los suelos". Todo un logro de la ingeniería, vamos.

Tras pedir las bebidas, y hacer el brindis, una bolsa de color crema apareció por arte de magia en mis manos, para ir a quedar en el taburete que estaba en medio de todos los presentes. Todos menos Marisol sabían que había dentro, y eso es mucho saber, ya que lo habían visto de oídas, o hablando más claro, les habían contado de que iba el paquete.

El olor que desprendía ya indicaba sin lugar a dudas el contenido: café. Cuatro estudiados y pequeños paquetes de café, a cual más diferente y exquisito. Cimazul, de Kenia. Caracolillo y Volcán de Oro, de Guatemala. Y Mocca Limu, de Ethiopía. Sabores y texturas misteriosas y atractivas en un mismo producto.

Enseguida se animó el ambiente, y, ya entrados en la parte más productiva del arte culinario, que es el comer lo que te sirven preparado, nos lanzamos a disfrutar del agradable momento.

Rafa nos introdujo en detalles de su paso reciente por Mojácar, lugar precioso de la costa andaluza en el cual uno puede perderse literalmente y olvidar el ajetreo diario si va en la época adecuada. Desde Cabo de Gata, a Carboneras, y Mojácar, los pueblos y los paisajes le dejan a uno un muy buen recuerdo. Eso si, por desgracia, actualmente la vida y negocios de esos lugares ha bajado mucho. Pues no consiguió dar el chico allí con el sitio que buscaba para comer, en lo alto del pueblo.

Ginesa y yo, acompañados por Marisol, contábamos historias, bien propias, bien ajenas o de conocidos, que vivían en lugares más o menos extremos viviendo en condiciones fuera de lo común. Y de como algunos pueblos que llamamos primitivos o antiguos, a la hora de adaptarse a su clima límite, lo hacen de la manera más sencilla e inteligente. Pongo por caso los bereberes y tuaregs, que gracias a sus ropajes, en medio de un desierto abrasador, soportan las altas temperaturas mucho mejor que nosotros, reyes de la tecnología con nuestros tejidos y nuestro aire frío enlatado.

Yo, a la sazón y al quite, y ya que el tema derivó en viajes varios -o viajeros varios-, recordé como mi padre de joven, y viviendo en Venezuela, en esa época en que irse a Venezuela a buscarse la vida sí que era una aventura real, repito, como mi padre, yendo con los indios en una más que frágil canoa a motor, se cayó, en dos ocasiones distintas, al río Orinoco. De que no se lo comieron las pirañas y salió vivo de aquello, doy yo fe, pues fue antes de volverse a España y tenernos a mi y a mis hermanos.

-Mmm, que pinta tienen estas berenjenas, Pablo -comenté.
-Ya te digo, Víctor. Venga, quien corta.
-Eso, eso -apuntó Ginesa-. Que a mi me pilla algo retirada.
-Va, ya corto yo, que soy apañao con todo lo que tiene que ver con comida.

Eso si, ya puedo ser el mejor de los chefs de La Tour D'Argent, en París, que de matemáticas últimamente ando más bien escaso. Pues éramos tres a trincar de nuestro plato, e hice cuatro cortes. Suerte que anduve atento y puede sacar tres proporciones iguales.

-Paco, que te nos has emocionado al vernos, y te has liado a cortar tu también en cuatro trozos -le comentamos desde la grada oeste casi a coro los tres de mi grupo.
-Tranquilos, que aquí todo se come, sea de una manera u otra -respondió.

Algunas viandas más eran puestas en la barra por el camarero, con lo cual, tuvimos que hacer un repliegue de efectivos -vamos, quitar platos vacíos- para poder dar cabida a lo que nos ponían. ¿Cervecita? ¡Pues venga! Que está feo eso de hacer un desprecio cuando te la ofrecen con tan buena disposición.

-Oye, no me pongas más de media copa, que luego... -dijo Marisol.
-De acuerdo, pero ya es el final de la botella. Mira, te lo pongo que hazte a la idea que ha sido media copa -apuntó el camarero mientras casi se la llenaba.
-¿Quién nos va cantar luego? -Dijimos con sonrisa malévola mirando a la profesora.
-¿Yo? Pues va a ser que hoy no -nos dijo mirando al techo y riendo.
-Además, que cuando estuve en Suiza, con el tema de la beca, recuerdo que estaba la Señora Rottermeyer -nótese el hábil manejo de los temas para evitar el trago de tener que cantarnos algo- y mis compañeras, que venían de familias de clase, y pensaban que tenían más pedigrí que yo... -retomó la conversación Marisol.

Total, que Rafa y Paco andaban con sus idas y venidas, sus rutas en bicicleta tanto suyas como de algún señor bien entrado en años ya que se hace rutas largas como quien va a por pan a la esquina. Igual el que va a la esquina, va más desganado y lento que este señor. Lo que demuestra, que hace más el que quiere que el que puede.

Marisol, Pablo, Ginesa y yo, hablábamos animadamente de cuanto de impersonales se han vuelto las relaciones humanas, de como en las parejas actuales se comete el error de creer que por casarte o hacer formal el irte a vivir con tu novio/a, tienes que renunciar a casi todo lo que hacías antes, cuando la magia de compartir en pareja es crear juntos un proyecto en común respetando ese pequeño espacio que debe tener siempre cada uno y que aún permitiendo la entrada del otro, sigue siendo casi siempre algo propio de cada uno que no pierde por cambiar.

El tiempo iba pasando con su en este caso ligero devenir, y Pablo ya tenía que ir haciendo camino. Se despidió de nosotros, y nos quedamos algo más charlando y terminando de comer.

En buena justicia, Marisol más que yo -aunque yo acompañaba- terminó de rematar los platos. Como envidio sanamente a estas personas, que comen y su cuerpo aprovecha todo cuanto necesitan pero nada más, y están esbeltos y sin kilos de más.

Al poco, como más de uno ya tenía también que ir terminando, pues eso, que decidimos terminar. Ya saliendo, cada uno señaló su ruta, para ver si el camino de vuelta iba en la misma dirección que el de algún otro compañero, para acompañarlo. Yo, para llegar antes a casa, puse la velocidad de crucero que uso cuando hago senderismo, y en un pequeñísimo espacio de tiempo andando ya estaba en el portal del edificio.

Me ha gustado esta salida, pues te reafirma en la idea, de que nada hay más interesante quizá, salvo compartir Amor Verdadero y consciente en pareja, que relacionarse y compartir buenos momentos de amistad con gente conocida o amiga. Lo que te llena dar y recibir de otras personas en momentos así, te hace desearlos más a menudo.

Lo cual va a suceder seguro. ¿Otra cervecita más? Claro que si, en la próxima comida...

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