6.9.07


Hoy, el barco de los recuerdos, me ha llevado lejos, hasta un mar perfilado por nueve joyas, que se alzan contra viento y marea, joyas enfrentadas al Atlántico, arrancándole pinceladas de verde, verde esmeralda, verde profundo, verde amarillento, a la bravura de un lugar inhóspito.

Me refiero a las islas Azores, recorridas por mí cinco de ellas. Nueve islas, algunas de las cuales se recorren andando en unas pocas horas -muy pocas!-. Un paraiso natural, donde la altísima humedad y la frecuencia de sus precipitaciones, hacen de ellas vergeles ricos en colores y vegetación.

Cada isla, está viva, fluye con la Vida, permite que el tiempo pase en vez de querer controlarlo... sus gentes, aún en un lugar inclemente, son abiertas, nobles, sienten y viven el día a día apasionados, con sus historias, sus trabajos y sus sueños. El vivir en islas relativamente pequeñas,  hace que todo el mundo se conozca, o te suenen tus vecinos del pueblo de al lado. Según dónde te encuentres, retrocedes en el tiempo. Automóviles último modelo se dan la mano con autobuses de hace 25 años...

Días de lluvia intensa, con amaneceres maravillosamente envueltos en la bruma... tardes infinitas, donde el sol recorta siluetas en los acantilados...

Nueve joyas, descubiertas, y por redescubrir. Un viaje apasionante al océano...

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